Análisis

Nostalgia en Kiev

Un Madrid legendario persigue su tercer título consecutivo en una ciudad que añora glorias pasadas

Jurgen Klopp, a su llegada al hotel de concentración de Kiev.

Jurgen Klopp, a su llegada al hotel de concentración de Kiev. / ARMANDO BABANI

Axel Torres

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La final de la Champions llega a Kiev y a uno le embarga la nostalgia. Sus habitantes continúan con sus quehaceres diarios y observan la invasión de periodistas y aficionados extranjeros con una curiosidad desapasionada. En algún momento -¿cuándo empezó a cambiar la historia?-, sus sueños de grandeza eran protagonistas de las noches europeas decisivas, y no solo escenario. Pronto no les quedará ni esta especie de “Bienvenido Mr. Marshall” en el que se están convirtiendo las finales últimamente (Tiflis, Skopje, Tallin): aterrizaje en paracaídas de la plana mayor del fútbol continental y de sus equipos más glamourosos para contemplarlos desde la barrera, aplaudir y, a los tres días, lamentar que se han ido para siempre y que no van a volver. Y luego, regreso al presente de los olvidados: seguir ligas que cada vez interesan a menos gente o ver por televisión las que se disputan a miles de kilómetros.

Es probable que a los aficionados más veteranos del Dinamo de Kiev -que se convirtió en el club más exitoso de la Unión Soviética en cuanto a repercusión internacional- el estilo de fútbol del Liverpool de Klopp les resulte familiar. La legendaria escuadra de Valery Lobanovsky, que levantó dos Recopas y una Supercopa de Europa en los años 70 y 80, compartía con el sorprendente finalista de la Champions del 2018 su gusto por el contragolpe vertiginoso, la presión agresiva para robar en campo contrario y los ataques con pocos toques. Klopp intentará llevarse el trofeo que Lobanovsky nunca conquistó: la Copa de Europa. Para ello necesita que sus atacantes mantengan el extraordinario porcentaje de exactitud y precisión en el remate que han exhibido durante toda la temporada -y que ha estado muy por encima de las medias de sus carreras-. Si no lo hacen -y reproducirlo en una final cuando no has jugado ninguna es más difícil- no van a poder compensar una debilidad defensiva que se asume desde el punto de partida.

Piezas dominadoras

Uno de los mayores orgullos del Dinamo de Lobanovsky fue derrotar al Bayern de Beckenbauer en la Supercopa del 75. Aquel conjunto muniqués, al igual que antes el Ajax de Cruyff, conquistó tres Copas de Europa consecutivas, exactamente el mismo reto que persigue el Real Madrid hoy en Kiev. A ese nivel legendario se puede situar el grupo de futbolistas blancos -casi siempre los mismos- que llevan jugando y ganando finales en los últimos años como si fuera una tarea rutinaria sin complicación alguna. ¿Qué hay tan especial en este Madrid? Más allá del tan comentado espíritu ganador y su mística en el torneo, posee piezas absolutamente dominadoras en las zonas más importantes del campo. Cuenta con el mejor defensor del mundo (Ramos), con el mejor centrocampista del mundo (Modric) y con el mejor goleador del mundo (Cristiano Ronaldo). Mientras estos tres sigan juntos y se encuentren en plenitud, va a ser muy difícil derrotar al Madrid en la competición que le estimula de verdad para cualquier otro equipo. Incluso para el que cuenta con el mejor jugador del mundo (Messi).