El epílogo

Carretero y el trío de S'Agaró

ALBERT Sáez

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Un viejo proverbio hebreo sentencia: «Dos judíos, tres sinagogas». El auge demoscópico del independentismo en Catalunya ha llevado a algunos a pensar que hay suficientes conversos para multiplicar los templos en las elecciones de otoño. Estas opciones se basan en una triple negación de los dogmas de los actuales partidos. Reniegan de CiU porqueMasha sido más sincero quePujol y ha aclarado, antes de gobernar, que su prioridad no es la independencia, al menos en los próximos cuatro años. Y también porque no quiso poner aAlfons López-Tena de cabeza de lista en Europa. Reniegan del PSC porqueMontilla no se pasa el día diciéndole a España lo que tiene que hacer, como hacíaMaragall. Y también porque fue unpresident socialista quien ordenó cesar aJoan Carretero. Reniegan de ERC porque ha estado siete años en el Gobierno y la independencia no ha pasado de ser una palabra, aunque sea de uso más frecuente. Y también porquePuigcercósha consentido que los republicanos no le dieran aUriel Bertranun puesto de salida en la lista.

Las urgencias independentistas han servido de coartada para escisiones variadas. El mismísimo antecesor deMasen la secretaría general de CDC,Pere Esteve, le abandonó para abrazar aCarod. Y ERC ha sufrido diversas rupturas lideradas por notables (Hortalà,Colom,Rahola).

El factor Laporta

Si la parroquia electoral independentista va al alza, es lógico que incluso unwinnercomoLaportasueñe con vengarse desde el Parlament de los que le han echado del Barça. Para ello se ha unido conLópez-TenayBertrane intenta desde Solidaritat Catalana un movimiento sistólico para atraerse aCarreteroen una candidatura de unidad a la que ya se han negado CDC y ERC. Se pelean por las listas, pero sería curioso imaginarles en el hostal La Gavina de S'Agaró, donde reciben a la prensa, intentando redactar el programa electoral sobre, por ejemplo, los derechos de los homosexuales. En la futura constitución, claro. Y también estaría bien saber, ahora queMillet no está en el Palau, a través de quién los de siempre les pagan las facturas.