ANÁLISIS

El 'Brexit' no es una casualidad

Tanto la izquierda como la derecha han atacado con dureza el proyecto de la UE

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RAMON XIFRÉ

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Lo que en el 2013 parecía una simple táctica para ganar tiempo se está convirtiendo en una crisis sin precedentes en la UE. Lo que hace 3 años aparentaba ser una formalidad inocua ha ido mutando hasta generar tales tensiones e incertidumbres en la UE que el 24 de junio puede ser el comienzo de una nueva época en nuestro continente, con la identidad del proyecto europeo abierta en canal. En el 2013 David Cameron necesitaba un partido conservador unido para ganar las elecciones y parecía que asumir el compromiso de convocar el referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la UE era una buena idea, una apuesta segura.

¿Fue un error? ¿Han cambiado tanto las cosas? Fuera del Reino Unido, parece que está claro que si el país abandona la UE, ambas partes van a perder a corto y medio plazo. Quienes opinan desde fuera de las islas británicas coinciden en que esta operación no es un win-win sino un lose-lose. Si las instituciones internacionales, los empresas con relaciones en el Reino Unido y los expertos extranjeros pudieran votar, se impondría la opción de permanecer en la UE, probablemente el resultado que Cameron anticipaba en 2013.

Ahora bien, no votan los de fuera, votan los de dentro: los ciudadanos británicos, irlandeses y de la Commonwealth que viven en el Reino Unido así como los británicos que han vivido en el extranjero menos de 15 años. Las encuestas muestran unos resultados muy reñidos con ligera ventaja para la salida de la UE, pero por un margen muy estrecho e incierto y a falta de conocer el impacto del atentado contra con Jo Cox. Los argumentos principales que sustentan el voto para abandonar la UE son principalmente de tipo político (incluyendo aquí la inmigración) más que económico. Esto no debería sorprender conociendo la motivación principal para concebir lo que hoy es la UE.

Las cuentas económicas de una operación así nunca son fáciles pero parece claro que, en caso de salida, se frenarían durante un tiempo los flujos comerciales y de inversión en el Reino Unido. Después, si el país no quisiera perder el acceso al mercado de la UE, debería negociar las condiciones desde una posición de auto infringida debilidad. ¿Se pueden compensar estos efectos adversos por las promesas de mejorar la calidad del gobierno, liberarse de la burocracia bruselense y recobrar el control sobre la inmigración para hacerla más restrictiva? Una parte importante de los británicos parecen considerar que así es.

¿Cómo hemos llegado a esto? Desde la perspectiva política, que es la determinante en este caso, el proyecto de la UE ha sido atacado tanto por la derecha como por la izquierda, en sus versiones más duras, dentro y fuera del Reino Unido. Para los conservadores, permanecer en la UE representa agravar la presión del sector público sobre la economía («No hemos logrado hacer retroceder las fronteras del Estado en casa y ahora vemos cómo un superestado nos impone nuevas», M. Thatcher, 1998). Desde la sección más populista de la izquierda, no se han resistido a culpar a la UE de lo que le compete y de casi todo lo demás. Puede que el 23 de junio ocurra un accidente político, pero no será por casualidad.