Falta Festival, se busca mercado

Barcelona, ciudad de festivalitos y mercadillos culturales, en contraposición a la de ferias y congresos, sede del Mobile, envidia de poderosísimas rivales que nos doblan en población, nos cuadruplican en poder y nos quintuplican en vuelos intercontinentales.

Ciudad de festivalitos y de exposicioncillas, apenas salvada por la carísima y dignísima programación del Caixafòrum y, a precio de saldo, la del MNAC. Ciudad de festivales y mercados de pequeño formato, empezando por joyas como Arts libris, las muestras de cine alternativo o la programación de Santa Mònica. En Barcelona, el interés cultural es proporcional a la modestia de la repercusión, fruto de la dispersión y una financiación de miserias mal repartidas. Como mucho, destacamos en músicas tecnológicas, que no son sino excusa para satisfacer a la clientela de los pastilleros.

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Las mejores iniciativas culturales de Barcelona están destinadas a una pequeña parte del público local, los 'angry few' que mantienen un interés genuino. En contraste, se produce una ausencia clamorosa de ambición y proyección a gran escala.

Se busca un gran festival de cine cuando ya no queda espacio sino para sucedáneos de vuelo raso con un Richard Gere de turista de lujo. Se hincha de autobombo un popurrí con ínfulas de antología, con apoyo de una Filmoteca nacional que se enorgullece de prohibir el acceso de ciudadanos y especialistas al propio patrimonio, confinado en un mausoleo que ni el de Tutankamon. Decenios después de haberse cargado el Festival Films & Directors, que ya iba siendo un referente de una singularidad extraordinaria, más nos vale no derramar ni una lagrimita.

Se busca también, a buena hora, un gran mercado del arte. No lo tuvimos cuando podíamos, para oprobio de nuestros mejores galeristas. Por encargo institucional, Lluís Bassat elaboró, en tiempos olímpicos, un proyecto singular, pero ellos lo desestimaron con la más provinciana de las excusas: "¡ARCO nos castigará!"