NÓMADAS Y VIAJANTES

Guerra en el país de Clooney

RAMÓN LOBO

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La felicidad en el país más joven del mundo, Sudán del sur, ha durado poco: dos años y cinco meses. Se apagaron las fanfarrias de los fastos del 9 de julio de 2011, el día de la independencia, y regresó la realidad: pobreza extrema, enfermedades que matan a miles y tensiones tribales. Ahora no hay por medio árabes ni islam como en la República Centroafricana, Darfur o Chad. Aquí solo hay petróleo, chinos, cristianos, animistas y dos tribus, los dinka y los nuer, enfrentadas desde hace décadas por el control de la tierra y de las vacas.

Lo que sucede estos días en Sudán del Sur es la representación de una guerra antigua que quedó sepultada por otra mayor. La que libró este territorio del sur de Sudán contra Jartum. Una guerra de 22 años y dos millones de muertos. Entonces sí había un envoltorio religioso: musulmanes del norte contra cristianos del sur, y detrás de él, los intereses, el petróleo. Muchas iglesias cristianas de EEUU se tomaron este asunto como una cruzada religiosa y empezó a fluir a través de Uganda todo tipo de ayudas para el Ejército de Liberación del Pueblo de Sudán SPLA, la guerrilla que unía más mal que bien todas las tribus del sur.

La Administración de Clinton colocó al régimen de Jartum en su lista negra. Le acusó de albergar a Osama bin Laden. Incluso hubo un bombardeo en agosto de 1998 de una factoría de armas químicas que resultó ser un fábrica de medicamentos. El ataque de Clinton coincidió con el asunto Lewinsky, ya saben, el del traje manchado de hombría presidencial.

Manual de la guerra fría

George Bush copió el manual de la guerra fría tras los atentados del 11-S. Donde estaba escrito «comunismo» él tradujo «islamismo» y así servían las viejas doctrinas sin tener que inventarse una nueva. Sudán se convirtió en un tablero de una batalla mayor, ideológica y económica,  por el control de materias primas. Apoyar la secesión del Sur Sudán servía para defender a cristianos en peligro pero también para desgajar una parte de la tarta petrolera, quitársela de las manos a los chinos.

Así fue hace dos años y cinco meses: fuegos artificiales, alegría y esperanza. Como sucede siempre, Occidente abandonó al nuevo país a su suerte. En este tiempo no ha sabido acompañarle tras su independencia, no ha ayudado a crear un Estado. Se colocó el escenario para la obra de teatro de la democracia, para las fotos, pero se les olvidó modificar la estructura. Allí dejaron unas estructuras occidentales sobre unas realidades tribales en las que ni siquiera el cristianismo es tan importante pues la mayoría son animistas. Se construyó un mito, se envió a George Clooney y todo parecía conforme a un guión de Hollywood.

Los dinkas y los nuer se llevan matando más de 40 años. Ambos pueden esgrimir masacres que justifiquen su odio, su deseo de venganza. No se trabajó en crear una nueva comunidad, una verdadera reconciliación. ¿Cómo vamos a trabajar en un universo que no entendemos, que despreciamos? Para un dinka la vaca es lo más importante, más que una mujer.

En el idioma dinka existen numerosas palabras para nombrar o describir una vaca, para explicarla. Conocen su árbol genealógico. Son el vínculo de una generación a otra.

Los dinkas y los nuer son de tradición nómada. Se disputan los mismos territorios de pasto y cultivo. El robo de un vaca puede ser motivo suficiente para una guerra.

Para entender este complejo país conviene leer La guerra de Emma (Marbot), de la periodista Deborah Scroggins. El libro muestra las interioridades del SPLA y la relación de Emma McCune, una joven mujer blanca, con Riek Machar, el líder nuer, ahora levantado en armas contra el presidente de Sudán del Sur, el dinka Salva Kiir Mayardit. Ambos se acusan de golpe de Estado. Y mientras, el norte árabe y musulmán se frota las manos con las que reciben a los empresarios chinos que poco a poco se están haciendo con el negocio de las Áfricas, como reza el título del libro de Bru Rovira, otra lectura recomendable. Los chinos construyen carreteras, levantan palacios, compran y venden. Son los nuevos colonialistas.

El conflicto de Sudán del Sur, como el de la República Centroafricana, apenas tiene presencia en los medios de comunicación. Acabados los interminables funerales de Nelson Mandela, el icono pop de Occidente que borró su pasado de lucha armada, regresamos a la normalidad informativa. Se habló mucho de Madiba y poco de Sudáfrica, pero así es este periodismo de espuma y esta sociedad opulenta y simple que se quedó sin valores. Free all Journalists in Syria. Que MarcJavier y Ricardo vuelvan pronto a casa. Feliz Navidad.