Pequeño observatorio

Elogio de los brindis discretos

He sufrido algún brindis lamentable con brazos que chocan y se mezclan

Ricardo Darin y Michelle Jenner, en la presentación del anuncio

Ricardo Darin y Michelle Jenner, en la presentación del anuncio / Juan Manuel Prats

Josep Maria Espinàs

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Los viernes que decidimos ir a comer en el restaurante Lázaro solemos encontrar allí a una familia de tres personas: una pareja y una persona mayor, que puede ser la madre de él o de ella. No somos curiosos, ni unos ni otros. Eso sí, es agradable saludar y compartir alguna frase de vez en cuando. Veo que aquellas tres personas tan discretas como amables, antes de empezar a comer alzan discretamente sus copas e insinúan un brindis. Este acto familiar me emociona.

El 'brindis' es una palabra que, si no me equivoco, nació como un deseo de salud. Y el gesto conviene que sea discreto. Lo propongo porque he sufrido algún brindis lamentable con brazos que chocan y se mezclan. Existe el 'caos bríndico'.

Parece que hay alguna relación entre brindar y 'trincar', que en catalán vendría a ser beber en plan festivo. Cada vez hay más 'trincadors'. Hay gente que piensa que el brindis no se consigue si no hay un buen ruido que lo acompañe. Joan le pregunta a una amiga: "¿Ya he brindado contigo?". "¡No? Pues, cataclic. ¡A brindar!".

Como brindar también se llama 'trincar' en catalán se comprende que en las celebraciones con un grupo de gente animada los brazos se disparen peligrosamente. Y si un brazo tumba una copa, ¿qué pasaría? ¡Más fiesta!

Yo viví en Inglaterra una buena lección. Éramos media docena de periodistas y escritores invitados a recibir un homenaje por la lengua o por la perseverancia, no lo recuerdo. Era una comida colectiva algo ceremoniosa, a la inglesa. Y antes de que comenzara, uno de los periodistas invitados alargó el brazo sobre la mesa y señalando un platillo que tenía cerca dijo en voz alta: "¿Y esto qué es?

El inglés que presidía el almuerzo vio la impertinencia -y también la pudo escuchar- y educadamente anunció: "Señores, ya pueden empezar a comer".

Siempre he admirado la singular ironía de los británicos.