Análisis
La prórroga del presupuesto siempre es mal negocio
La causa es que el Ayuntamiento, el Govern y el Gobierno carecen de mayoría y de pactos estables de gobernabilidad
Joan Tapia
Presidente del Comité Editorial de EL PERIÓDICO.
Joan Tapia
Lo más probable es que el Ayuntamiento de Barcelona, la Generalitat y el Gobierno de España operen el año próximo con presupuestos prorrogados porque no lograrán aprobar las cuentas del 2019. La causa es que los tres gobiernos carecen de mayoría y de pactos estables de gobernabilidad.
En el Ayuntamiento, Ada Colau siempre optó por gobernar en minoría y en el 2017 incluso rompió la alianza que tenía con el PSC -insuficiente numéricamente- por el apoyo socialista al 155. Quería que los 'comunes' ganaran terreno al PSC en las elecciones catalanas del 21-D, pero sucedió todo lo contrario.
Lo de la Generalitat es diferente porque el independentismo tuvo mayoría absoluta el 21-D. Pero las CUP han dicho que pasan a la oposición y además JxCat prefirió perder cuatro votos para que Puigdemont, Jordi Sànchez, Rull y Turull no aceptaran formalmente la inhabilitación ordenada por el juez Llarena al ser procesados por rebelión. El independentismo ya no tiene pues mayoría y parece imposible que los 'comunes' voten les voten los presupuestos. La razón es que ERC y JxCat tumbarán los de Pedro Sánchez que Colau cree que serían positivos para Catalunya y Barcelona. Desaparece así el único motivo por el que los 'comunes' podrían votar los de la Generalitat.
El Gobierno de Madrid -salvo sorpresa- tampoco logrará aprobar las cuentas del 2019. Pedro Sánchez está lejos de la mayoría y necesitaba, tras el pacto con Podemos, el apoyo del PNV, ERC y el PDECat. Pero los dos grupos secesionistas ya han decidido que por principio -porque Sánchez no ha impedido que la fiscalía mantuviera su acusación contra los presos acusados de rebelión- ni se sentarán a negociar los presupuestos. Imposible pues votarlos.
El independentismo opta así por priorizar sobre otras cosas -gasto social e inversiones en Catalunya incluidos- su rechazo total a la acusación de rebelión. No es una actitud fácil de entender, y difiere además de la separación del binomio presos-presupuestos que defendía hace pocos días Jordi Sànchez, pero parece que no variará. En esto ERC es más intransigente que Sànchez, que era el segundo de la lista de Puigdemont. Curioso.
El punto común a los tres gobiernos es su incapacidad -por distintos motivos- para lograr pactos estables. La consecuencia es que los ciudadanos saldrán perjudicados porque las tres administraciones dispondrán de menos recursos. Además, gobernar con presupuestos prorrogados da una imagen negativa de ingobernabilidad y poca estabilidad. El inversor -extranjero o autóctono- tenderá a pensar que un territorio que no es capaz de aprobar sus cuentas, por partidismo o sectarismo, ofrece poca confianza para nuevos proyectos. Las prórrogas serán pues negativas, no solo porque disminuyen los recursos disponibles, sino también porque dañan la confianza.
Ni España, ni Catalunya, ni Barcelona morirán por la prórroga, pero se verán afectadas negativamente al disminuir la capacidad operativa de los gobiernos y quedar tocada su imagen pública. Prorrogar es un mal negocio.
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