El debido respeto

JOSEP MARIA POU

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De las muchas cosas inteligentes que decía Fernando Fernán-Gómez recuerdo aquella con la que se refería al trabajo del actor sobre el escenario. Venía a decir, más o menos, que no le gustaba actuar en el teatro porque le molestaba que la gente le mirara mientras hacía su trabajo. Y razonaba (con su retranca, muchas veces incomprendida) que si un neurocirujano, un ingeniero de minas o una pantalonera desempeñaban su oficio de manera relajada, sin moscones a su alrededor, ¿por qué no podía él, de la misma manera, trabajar tranquilo, sin tener que estar rodeado de gente contemplando lo que hacía? Llegó al extremo de afirmar (y creo que no era una 'boutade'): “Me retiré del teatro porque los espectadores me molestaban”.

Me pregunto cómo habría reaccionado Fernán-Gómez de haberse encontrado el pasado martes día 8 sobre el escenario del Park Theatre de Londres. Creo que de manera muy parecida –si no más atronadora– a como lo hizo el actor Laurence Fox, cuando, a punto de finalizar el parlamento que cerraba la representación, se dirigió al público y les dijo: “No hace falta que sigamos con la función, porque este (pongan ustedes aqui el insulto o palabrota más ofensiva que se les ocurra) de la primera fila ya se ha encargado de fastidiárnosla ( pongan aquí también otra palabra, mucho menos fina) a todos, a ustedes y a nosotros”. Y se fue del escenario para no volver. Ni siquiera para saludar junto a Tom Conti, su compañero de reparto en la obra 'The patriot traitor', en la que Fox interpreta a De Gaulle y Conti al mariscal Petain.

Posteriormente, Fox (de afamada dinastía de actores, hijo y sobrino de James y Edward Fox, respectivamente) se disculpó ante los medios por ese arrebato incontrolado, producto del estado al que le llevaron los comentarios del espectador que desde el principio de la representación no cesó de interpelarle cuestionando, en voz alta, las razones del personaje de De Gaulle y su adecuación histórica.

No hace falta que les diga que me solidarizo con el colega Fox y que le comprendo y aplaudo. Al público, siempre, el debido respeto. Proporcional, pero, al respeto del público por el trabajo de los actores. Por suerte este tipo de incidentes son casos extremos y aislados. Y tienen, aun dentro de lo malo, un aspecto positivo: el de invitarnos a reflexionar acerca del compromiso de cada uno, ustedes y nosotros, con esa ceremonia única que es una noche de teatro.

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