LA CLAVE

Gestos simbólicos

Forcadell exhibe como eximente el mero simbolismo de la DUI. Como simbólico es que el Supremo deje en libertad bajo fianza a la mesa del Parlament

Forcadell es desmarca del Govern i respon a la fiscalia (ES)

Forcadell es desmarca del Govern i respon a la fiscalia (ES)

ENRIC HERNÀNDEZ

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Día 13 DR (después de la república). La porción del defenestrado Govern autoexiliada en Bruselas guarda silencio. Catalunya recobra la normalidad tras una jornada de huelga general frustrada, aunque muy crispada porque una minoría ruidosa decidió sabotear a la mayoría laboriosa. (Nota a pie de página: el 'català emprenyat' quizá haya empezado a cambiar de bando.) La mesa del Parlament, con Carme Forcadell al frente, comparece de nuevo ante el Tribunal Supremo y rompe amarras con los 'exconsellers' encarcelados: contesta al instructor y los fiscales, acata la vía del 155 --tras llamar a no dar "ni un paso atrás"-- y reduce la declaración de independencia de la Cámara catalana a una mera proclama simbólica. El juez Pablo Llarena deja a la presidenta y a sus compañeros Pablo Llarena en libertad bajo fianza.

No hay que subestimar el poder de los símbolos en política. Simbolizar no equivale a ser, pero sí a representar; voluntad de hacer, o al menos de aparentarlo. Si nos ceñimos a los hechos, el 27 de octubre el Parlament no llegó a aprobar la declaración unilateral de independencia (DUI); la leyó Forcadell, pero solo se votó, y en secreto, una parte accesoria de la resolución. El texto de marras jamás se ha publicado en ningún diario oficial. Esa será, presumiblemente, la línea de defensa de los miembros de la mesa: que el Parlament solo expresó un deseo, constituir la república, pero nada hizo para transformarlo en realidad.

Simbólica es, igualmente, la decisión del juez del Tribunal Supremo de no engrosar el martirologio independentista añadiendo más nombres a la lista de "presos políticos". Ya lo fue el aplazamiento que Llarena concedió a Forcadell y el resto de parlamentarios para que pudieran preparar sus defensas, mientras la jueza de la Audiencia Nacional Carmen Lamela enviaba a la cárcel a ocho 'exconsellers'.  Pero desoír al fiscal y no dictar prisión incondicional es un mensaje de fuerte calado político en Catalunya, en puertas de la manifestación soberanista del sábado.

GESTO DE DISTENSIÓN

Con este gesto de distensión, el Supremo abre la puerta al urgente encauzamiento de un conflicto que Mariano Rajoy quiso sortear --155 de mínimos, elecciones inmediatas y discreta tutela de la Generalitat--, pero que el encarcelamiento de políticos ha desbocado de nuevo. Ante la disparidad de criterios con la Audiencia, el siguiente paso es que el alto tribunal unifique la causa y trate a todos los reos con igual rasero.

Tanto anhelaba el Gobierno que los parlamentarios regresaran a Barcelona que hasta llegó a verbalizarlo: el juez debe valorar "primero la ley", pero también "el contexto", apuntó el ministro Juan Ignacio Zoido. El "contexto", obviamente, es la precampaña de unas elecciones, las autonómicas del 21-D, a las que el independentismo concurrirá dopado si algunos de sus líderes siguen entre rejas. Y no solo dopado: también liberado del deber ético de explicar por qué durante dos años prometió lo que no estaba su alcance, y cómo implementará en adelante un proyecto rupturista y unilateral que, a ojos de todo el mundo, se ha confirmado inviable.