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¿Te acuerdas de Battiato?

RAMÓN DE ESPAÑA

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De uvas a peras, algún músico italiano -y no me refiero a Eros Ramazzoti- se hace popular en España. Le tocó a Lucio Battisti en los años 70 y a Franco Battiato en los 80. Paolo Conte nunca ha pasado de ser un autor de culto, ajeno a las modas, con seguidores escasos y fieles. Ahora nos tenemos que conformar con Vinicio Capossela, que está muy bien, pero no ha tenido un éxito comparable a los de Battisti y su Il mio canto libero o Battiato y su Centro di gravità permanente. Fallecido el primero en 1998 y convertido el segundo en un místico algo pelmazo, no me quedó más remedio el otro día, en la FNAC, que comprarme el último disco de Battiato para ver si había recuperado la magia de los viejos tiempos. Tuve suerte: Apriti Sesamo está francamente bien. Y no, no contiene temas tan estimulantes a la primera escucha como Bandiera bianca o Prospettiva Nevski, pero es una discreta delicia de principio a fin.

Como de costumbre, hay misticismo (dos citas de Santa Teresa de Ávila y una del vigésimo séptimo canto de La Divina Comedia), pero no resulta indigesto. Probablemente, porque las canciones están muy bien y los arreglos son solemnes, pero no pomposos. Hoy, Apriti Sesamo es un disco muy raro, de los que sirven para serenar el alma, tal vez porque no contiene ninguna referencia a la actualidad: se trata de una obra breve (no llega a los 40 minutos, cosa de agradecer en estos tiempos de fárragos inacabables), intemporal y fruto de un cerebro que vive más en otro mundo que en este. Con el tiempo, Battiato se ha ido convirtiendo en un excéntrico carente de influencias externas que parece querer comunicarse con sus oyentes uno a uno.

Esa sensación tenía yo la otra tarde al escuchar Apriti Sesamo, mientras se hacía de noche en mi apartamento y yo no tenía la menor intención de levantarme del sillón para encender alguna luz. Cuando el disco acabó, me rodeaba la oscuridad. Necesité unos minutos para volver en mí y darle al interruptor de la lámpara más cercana.