El abrazo del oso

Un ciclista pasa frente a dos carteles electorales de Merkel (izquierda) y Schulz, en Essen, el 14 de septiembre.

Un ciclista pasa frente a dos carteles electorales de Merkel (izquierda) y Schulz, en Essen, el 14 de septiembre. / periodico

Rosa Massagué

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Después de 12 años de gobiernos presididos por la conservadora Angela Merkel hubo un momento en que parecía que podría haber un cambio en Berlín. El socialdemócrata Martin Schulz que había sido un buen presidente del Parlamento Europeo, abandonaba la Eurocámara para volver a la política alemana con la intención de convertirse en el candidato del SPD a la cancillería en las elecciones del próximo día 24. Esto ocurría en enero de este año. Unos primeros sondeos daban una neta subida socialdemócrata que parecía amenazar a la CDU y animar el previsible panorama político alemán.

En aquel remolino de principios de año aparecía otro factor que agitaba las aguas. Era Alternativa para Alemania (AfD), el grupo que había sido creado por sólidos economistas de derechas contrarios al euro y que ha acabado en una fuerza de extrema derecha dirigida por unos personajes groseros y pendencieros en el mejor de los casos y racistas en el peor.

Tras el referéndum del ‘brexit’ en el Reino Unido parecía llegada la hora de la victoria del populismo en Holanda y Francia y, a rebufo de aquel crecimiento, AfD daría un salto importante. Pero aquellas victorias soñadas por algunos se convirtieron en sangrantes derrotas porque los electores vieron el precipicio. Y este reflujo del populismo en Europa occidental -Polonia, Hungría y otros países del este, al margen- le ha pasado factura a los populistas alemanes.

Panorama predecible

Así, en poco tiempo, todo se ha vuelto predecible y no se pone en duda una cuarta victoria de Merkel. El SPD que gobierna en coalición con la CDU es víctima del ‘abrazo del oso’. El oso-Merkel se ha comido todas las grandes líneas de actuación política de la socialdemocracia, fuerza que, por otra parte, ya había impulsado en tiempos del canciller Gerhard Schroeder la reforma del mercado de trabajo. Años atrás la cancillera ya asumió los postulados de la izquierda contra la energía nuclear. La agenda del SPD en cuestiones como los refugiados o la UE no es muy distinta de la cristianodemócrata. A Schulz le resulta muy difícil presentarse como una alternativa, como la oposición a un partido de derechas que sabe navegar en aguas centristas.

Pero en su campaña el candidato socialdemócrata tiene otro muro difícilmente superable. La mayoría de alemanes se encuentra a gusto con la situación económica del país. Los niveles de desempleo son bajos, la industria sigue exportando sus productos a todo el mundo y, en todo caso, el excedente comercial alemán denunciado por muchos países e instituciones es visto como un problema de los demás, no de Alemania.

La estabilidad que han traído estos 12 años de dominio de Merkel son un bien al que los alemanes no están dispuestos a renunciar. Como apunta Josef Janning, al frente del observatorio berlinés del European Council on Foreign Relations, el deseo de mantener el status quo es lo que hace que los alemanes sigan agarrados a la cancillera aunque en el horizonte asome el impacto de la próxima revolución industrial, la transformación en una sociedad multiétnica o el retorno de la política de grandes potencias.