Gente corriente

Rosa Pereira: «La primera vez que pisé África quedé atrapada»

Enfermera. Hace unos años pidió una excedencia para cumplir un antiguo sueño, el de ser cooperante. Ahora ha fundado su propia oenegé.

Rosa Pereira.

Rosa Pereira.

MAURICIO BERNAL

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

–¿Kabalo?

–Así se llama.

–Y está...

–Pues a unos 600 kilómetros de Goma. En el Congo. Muy aislado. En Médicos siempre te dan a elegir entre un sitio más o menos urbano, que al final del día te puedes ir a tomar una cerveza, por ejemplo, y esos lugares que están tan alejados de todo que solo se llega en avioneta. Pues a mí siempre me han tirado esos. Cuanto más rural y más aislado, más pobre, y más importante que tú estés allá.

[Médicos, en jerga cooperante, es Médicos sin Fronteras (MSF). Con ellos ha trabajado Rosa cinco años, cumpliendo el anhelo que acariciaba desde joven y que a los 19 años se le había escapado por poco.]

–¿Qué ocurrió?

–Ocurrió que había una organización que buscaba voluntarios para ir a Guatemala. Yo me presenté, pasé por todo el proceso de selección y cuando solo faltaba una reunión en Madrid se lo conté a mis padres. Y en fin, que eso fue un terremoto. No les cabía en la cabeza que su hija se fuera de casa, y además a un sitio tan alejado. Al final me convencieron.

–¿Y dejó de pensar en ello?

–La verdad es que yo en esa época barajaba dos líneas en mi vida: una era esa, trabajar en temas humanitarios, y la otra era ser madre. Entonces... no es que dejara de pensar en ello, pero a los 24 años conocí al padre de mis hijos y ya no volví a intentarlo. Pero lo que sí tenía claro es que era una asignatura pendiente.

–Estudió enfermería.

–Estudié enfermería y luego entré a trabajar en la Mútua de Terrassa. Llevo ahí desde el año 70. Perdón, 76.

–Y tuvo hijos.

–Dos.

–Y pasaron los años y un día se despertó en el Congo. ¿Qué pasó?

–Pasó que un día encontré un folleto sobre un curso de cooperación que incluía prácticas en... no, no en el Congo. En Camerún. Yo estaba en una situación en la que podía volver a pensar en eso, mis hijos ya eran jóvenes... me había separado, por cierto, y ellos se habían quedado conmigo... Lo que quiero decir es que habían crecido, y ya no tenía que estar tan pendiente. Así que me apunté.

–Y fue a Camerún.

–Pisé por primera vez África y me quedé atrapada. Me cambió la vida. Estuve un mes en Camerún y durante ese mes me di cuenta de que no sabía nada, de que con ese curso había aprendido muy poco, así que al volver me metí de inmediato a hacer un máster. Uno de Medicina Tropical.

–Mmm... ya huele a Congo...

–Ya casi. Lo siguiente que hice fue presentarme a Médicos. Pasé las entrevistas, las pruebas y me asignaron un proyecto. Y ahí sí. Congo. Seis meses, que al final fueron nueve.

–¿Y el trabajo?

–Para ese primer viaje pedí un permiso. Y luego una excedencia.

–¿De cuántos meses?

–Años. Cinco años.

[Y durante esos cinco años Rosa estuvo en el Congo, en Angola, luego otra vez en el Congo y finalmente en Níger, siempre con Médicos, siempre en lugares remotos y siempre hasta el cuello de trabajo. «Es que hay tanto, tanto que hacer allá...», suspira.]

–Y ahora resulta que tiene su propia oenegé. ¿Cómo es eso?

–Lo que pasó fue que Níger a mí me marcó. Es un país muy pobre, con muchas necesidades, y que, por cierto, ahora está pasando por una crisis... hay una hambruna terrible. Entonces, cuando acabé la excedencia y volví al trabajo... y no fue fácil... pensé, muchas veces pensé en tirarlo todo por la borda... Bueno, cuando se me acabó la excedencia y volví, decidí hacer un posgrado,Microcréditos y desarrollo. Allá había entrado en contacto con varias asociaciones de mujeres que necesitaban financiación para sus proyectos y me propuse ayudarlas. La oenegé se llama Abarta. Es el nombre de una niña, una pequeña que todas las semanas caminaba 34 kilómetros a cuestas con su hermana para llevarla al programa de nutrición. Un ángel.

–No debió ser fácil. Ponerla en marcha, quiero decir. La oenegé.

–Pues no, no lo fue. Pagué las novatadas de rigor, pero al final saqué adelante el proyecto y conseguí financiación. Una parte me la dio el Ayuntamiento de Terrassa y otra el de Vacarisses. Lo de buscar financiación privada es algo que tengo que hacer algún día, pero estoy esperando a que la oenegé se consolide. El caso es que estoy contenta: ya se entregaron los primeros microcréditos.

–Total, que ahora tiene un pie allá.

–Sin duda. Mi corazón está mitad aquí y mitad en África.