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'El porvenir', un viaje amargo y hermoso

La quinta película de Mia Hansen-Love es una reflexión exquisita sobre asuntos como la pérdida, el desengaño amoroso, las ilusiones rotas y los ideales perdidos

NANDO SALVÀ

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Los caprichos del destino y nuestro modo de reaccionar ante ellos son la preocupación esencial del cine de Mia Hansen-Love. Su magnífica segunda película, 'El padre de mis hijos' (2009), observaba la desesperación de un productor de cine frente a una deuda que aumentaba, y luego analizaba el impacto de su inesperado suicidio sobre su familia.

Las que hizo después, 'Un amor de juventud' (2011) y 'Edén' (2014), trazaron la disolución progresiva del idealismo de sus protagonistas -una pareja adolescente y un dj en busca del éxito, respectivamente- a lo largo de varios años; y un proceso parecido es el que atraviesa ahora la heroína de 'El porvenir', tal vez la mejor película de la directora francesa.

FLORES FRESCAS

Isabelle Huppert interpreta a Nathalie, profesora de filosofía en un instituto parisino. Nathalie tiene dinero y una casa de vacaciones, y siempre hay flores frescas sobre la mesa del comedor. Cuando el que ha sido su marido durante 25 años decide dejarla, la noticia la pilla del todo por sorpresa: "Pensaba que me querrías para siempre. ¡Qué idiota!", exclama incrédula. Pocas semanas después su madre fallece. Con sus dos hijos mayores e independizados, Nathalie de repente se encuentra sola y libre, y eso le resulta aterrador.

En una película de Hollywood, esa premisa habría sido una oportunidad perfecta para hacernos acabar con el puño de la camisa empapado de lloro. Pero Hansen-Love no hace trampas: Nathalie mantiene la calma y acepta con deportividad los reveses. Como todo el cine de Hansen-Love, 'El porvenir' no es tanto sobre un drama como sobre lo que ocurre antes y después de ese drama, los momentos ordinarios en los que no pasa nada y, sin embargo, en realidad pasa todo.

LA MEJOR ACTRIZ DEL MUNDO

Es difícil imaginar a ninguna otra intérprete dando vida a Nathalie como Isabelle Huppert, que aquí ofrece la más irrefutable prueba de por qué, a día de hoy, es la mejor actriz del mundo. Huppert se las arregla para expresar convicción de que todo irá bien y a la vez un inmenso dolor latente. Ese conflicto interno se ilustra especialmente en una desgarradora escena que nos muestra a Nathalie discutiendo los preparativos del funeral de su madre con un cura.

Mientras comparte recuerdos y anécdotas, el rostro y la voz no cambian; permanece serena mientras un flujo de lágrimas se derrama del ojo izquierdo, como si ella misma no fuera consciente de estar llorando. Esa tristeza contenida, que da fuelle dramático al filme, proviene del vértigo que provoca no tener las respuestas, y de que tal vez esas respuestas no existan. En última instancia, 'El porvenir' reposa su inmenso poder emocional en el reconocimiento de que el futuro ni es oscuro ni es brillante, sino simplemente es, y de que no importa lo difícil que la vida llegue a ser. Sea como sea, sigue adelante. 

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