Teatro

'Només una vegada': una radiografía más que necesaria

Marta Buchaca lleva al TNC una pieza que aborda una lacra de nuestro tiempo: la violencia degénero. Teatro necesario y hecho con rigor

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José Carlos Sorribes

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Marta Buchaca se hace una pregunta de la que quizá ninguna mujer, con pareja, puede escabullirse. ¿Qué pasaría si un día mi compañero, después de años de convivencia estable, me diera una bofetada? ¿Y si es por que le he hecho daño? De ese arranque nace 'Només una vegada', una pieza de breve estreno en el Grec y que ahora hace temporada en la Sala Petita del TNC. Una dramaturga de sólida carrera lleva al escenario una cuestión de constante y trágica actualidad: la violencia de género.

Buchaca y su equipo despliegan una documentada radiografía de esta lacra propia de nuestra sociedad patriarcal que abarca a todos los estratos sociales. Porque 'Només una vegada' huye, con acierto, de entornos degradados y nos presenta a una pareja culta y 'benestant' como eje del problema. Pau (Bernat Quintana) es un novelista de éxito, y Eva (Anna Alarcón), su mujer, trabaja de editora. Llevan siete años juntos, de relación armónica, hasta que un día -no desvelaremos por qué- él se comporta de manera violenta con su mujer. Hasta el punto de que le rompe un brazo. No es ella, sino su padre quien denunciara la agresión machista.

La pareja, juntos y por separado, inician una terapia con una psicóloga social (Maria Pau Pigem), que tampoco está libre del problema. Los encuentros propician un formato de thriller en una puesta en escena con aire televisivo, incluida la ráfaga musical que separa las escenas. Ahí se nota, quizá en exceso, el paso de Buchaca como guionista por La riera, por ejemplo. Da agilidad a la trama, pero también una mirada algo epidérmica a la definición de los personajes.Lógicamente, 'Només una vegada' incide en la denuncia de que la violencia nunca está justificada, como recuerda la terapeuta, y pone el foco acusador sobre el agresor. 

Pero, por encima de todo, Buchaca no pretende dar respuestas concluyentes y sí alimentar un debate necesario sobre una cuestión tan grave. Por ejemplo, sobre el hecho de que la víctima casi se llegue a sentir culpable. No deja de haber tampoco una pincelada sobre las relaciones de pareja, sobre el desgaste que puede provocar la convivencia y a las obsesiones por la búsqueda desaforada del éxito profesional.

Cuenta la directora y dramaturga con un sólido elenco. Quintana da el tipo de ese escritor que parece muy seguro, pero que no lo es tanto. Alarcón, mientras, aporta su energía habitual como la pija glamurosa que tiene tantas inseguridades como su compañero. Y Pigem es por igual inflexible como psicóloga y vulnerable en su vida personal. Esa pirueta de su personaje, víctima de un acosador, propicia un final forzado que no desmerece una propuesta necesaria.