Teatro

(Des)amor a quemarropa

Iván Morales deja otra huella en 'Esmorza amb mi', en la Sala Beckett, de su teatro potente y de emociones a flor de piel: cuatro personajes en busca de un amor

ICULT Obra de teatro Esmorza amb mi de Ivan Morales

ICULT Obra de teatro Esmorza amb mi de Ivan Morales

José Carlos Sorribes

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Iván Morales maneja un universo en sus textos teatrales que es cualquier cosa menos la alegría de la huerta. Porque sus obras describen a un tipo de personajes que no viven precisamente un cuento de hadas. Que nadie se asuste. Ese aire de tragedia existencial siempre se barniza con humor balsámico. El salto a la fama de 'Sé de un lugar', obra cumbre del teatro indie barcelonés, tiene continuidad años después con 'Esmorza amb mi', otro retrato generacional alrededor del (des)amor. Texto, dirección, interpretación y espacio se conjugan en la Sala Beckett con un montaje en el que Morales da otro paso al frente en un caminar artístico de obligado seguimiento.

'Esmorza amb mi' entrelaza las relaciones de Sergi (Xavi Sáez)  un celadorfisioterapeuta que "se ha trabajado mucho" gracias a Confucio para dejar atrás un pasado algo turbio; de Natàlia (Anna Alarcón), una vieja compañera de estudios con quien se reencuentra en el hospital después de que ella se viera arrollada por un coche cuando iba en bici; de Carlota (Mima Riera), la pareja de Sergi, que es cantante, es inestable emocionalmente y solo es feliz cuando hace sus esculturas; y de Salva (Andrés Herrera), que fue un famoso músico underground y hoy se gana la vida componiendo melodías facilonas para la publicidad.

Esta es la visión panorámica de un cuadro de historias cruzadas sobre lo complicado que es vivir el amor en plenitud. Suena cursi, y tanto, pero así es. Como la canción de Burt Bacharach 'This guy's in love with you' (Este chico está enamorado de ti) que planea sobre la obra. Pero todos tienen la voluntad de intentar levantarse después de cada caída.

Morales disecciona ese cuadro con detallismo escrupuloso, con pulso de cirujano. No en vano, el público rodea a los actores en un anfiteatro que simula una academia de medicina. La escritura es, como siempre en su caso, rabiosamente contemporánea, de frescura arrolladora, manifestada en el uso de ráfagas de jerga callejera. Así se dice, por ejemplo, que alguien –Sergi en sus días de trapichear con droga en un bareto– pasa el tiempo 'joseando', la versión en argot milenial de 'to hustle', buscarse la vida sin más.

Las obras de Morales se cuecen a fuego lento, lo que genera una implicación total de su reparto. Sáez y Alarcón ya eran socios de aventuras en Prisamata, la compañía que fue el germen de la actual losMontoya. Herrera y Riera, que defiende el personaje más endeble, siguen su estela en un trabajo colectivo de máxima nota.

Alarcón está sublime como esa joven inválida, y no solo porque el accidente la obligara a ir un tiempo en silla de ruedas. Memorable su mirada perdida en la escena con Herrera. Y esta vez Morales le ha construido un traje a medida a Xavi Sáez. De la primera escena a la última da una exhibición de capacidad sin trucos ni excesos, tanto en la intimidad de su fantástica primera escena con Alarcón como en su frenético mano a mano 'discofarlopero' con Herrera. Su Sergi es el que persigue con denuedo ese almuerzo en compañía que acostumbra a ser un gran momento en cualquier relación.