Un festival de cine en pleno auge

Zipi y Zape la lían en Canadá

Óskar Santos presenta la película sobre los dos hermanos en Toronto

NANDO SALVÀ

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El éxito en España de personajes de cómic como Batman o Lobezno demuestra hasta qué punto son héroes universales, ¿pero qué hay de nuestros propios héroes de tebeo? ¿Cómo reaccionaría un americano, por ejemplo un canadiense, ante una historieta de Superlópez o de Zipi y Zape? Preparado para averiguarlo, Óskar Santos se mostraba ayer algo nervioso pero confiado. «Creo que su atractivo no entiende de fronteras», opinaba el director horas antes de la presentación ayer de Zipi y Zape y el club de la canica en el Festival de Toronto.

Como varias generaciones de niños hasta la década de los 80, Santos creció leyendo las historietas de esos icónicos mellizos creados en 1948 por Josep Escobar. «Mis favoritos eran Mortadelo y Filemón, pero Zipi y Zape eran los segundos», recuerda. «Yo me compraba el Súper Humor y los leía a todos, también a Anacleto y a Pepe Gotera y Otilio. Fue una época increíble para el tebeo español».

En los años 80, Josep Escobar tuvo que abandonar a Zipi y Zape ante el declive de la editorial Bruguera. Pero cuando Ediciones B adquirió el fondo de Bruguera, el autor revivió a los personajes y continuó trabajando en la serie hasta su muerte que se produjo en 1994. «En 50 años el tebeo evolucionó muy poco, tanto en lo visual como en lo narrativo», explica el director. «Los niños hacían trastadas y siempre acababan huyendo, o siendo recluidos por su padre en el cuarto de los ratones. Yo, en cambio, quería contar una historia. Dado que Zipi y Zape representan a cualquier niño que quiere jugar y ser gamberro y desobediente, quise hablar del espíritu infantil enfrentado al imperio del adulto».

ZIPI Y ZAPE, CASTIGADOS / En la película,  que llegará a las salas el 4 de octubre, los hermanos Zapatilla son castigados a pasar el verano en un centro de reeducación donde todos los juegos están prohibidos. Por ello deciden fundar el club de la canica, y entonces empiezan los problemas. «Me apetecía hacer una película de aventuras en la línea de las que a mí me gustaban de niño, como Los Goonies o incluso las de Indiana Jones», asegura Santos, que también reconoce referentes literarios. «Por mi cabeza siempre andan dando vueltas escritores como Charles Dickens, Robert L. Stevenson y Julio Verne, pero para esta película me acordé particularmente de los libros de Alfred Hitchcock y Los Tres Investigadores».

Añádanse al cóctel, por último, unas dosis de Los Simpson --«Bart Simpson es una concentración en sí mismo del espíritu de Zipi y Zape»— y varias medidas del cine de Pixar, por su capacidad para gustar por igual a los niños y a sus padres.

De hecho, la marca Zipi y Zape probablemente funcione más para los mayores que para una generación posterior que nunca ha oído hablar de ellos. «Pero no es que yo me haya inventado una historia y luego haya puesto en ella a Zipi y Zape a modo de reclamo, el espíritu del cómic está ahí», matiza el vizcaíno. «Pienso -dice- que tener 12 años en el 84 no es muy diferente a tenerlos hoy en día: el tipo de cine que nos gustaba a nosotros seguro que también les gustaría a los niños de ahora».

Zipi y Zape y el club de la canica no podría ser más distinta de la ópera prima de Santos, El mal ajeno (2010), thriller sobrenatural que apadrinó Alejandro Amenábar. Él, en todo caso, no se ha planteado la película como un cambio de tercio. «Estoy abierto a todo tipo de cine. Mi director favorito es Stanley Kubrick, él hizo un montón de películas muy distintas y todas son obras maestras. Por supuesto, no me estoy comparando con él».

Además de contar con intérpretes experimentados como Javier Gutiérrez y Álex Angulo, la película presentada en Toronto supone también el debut actoral de varios niños, entre ellos Dani Cerezo y Raúl Rivas, que interpretan a los héroes titulares. ¿Es cierto eso que decía Hitchcock, que no hay nada tan difícil como rodar con animales o con niños? «Nosotros hemos rodado esta película con niños, con animales y también con efectos especiales… Hemos tenido de todo». Confiesa el director que ha sido un camino largo y arduo. «Me lancé a una aventura que sabía que era muy arriesgada, porque en España no hay tradición de cine familiar, y porque son tiempos de crisis y esta es una película muy ambiciosa. Ajustar nuestra visión al presupuesto y el tiempo de rodaje ha sido muy complicado, pero al final el público se va a llevar una sorpresa. O eso creo. Veremos».