CRÓNICA

Una vocación granítica

OLGA Merino

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En la tarde plácida del martes, encuentro con el poeta Orlando Guillén (Acayucan, Veracruz, México, 1945) en el piso que comparte con su familia cerca de la plaza de Llucmajor. Cuatro paredes humildes que han presenciado años de lucha silenciosa en el yunque de la palabra. Nada menos que tres décadas ha invertido Guillén en la traducción deDoce poetas catalanes del siglo XX,una obra monumental de la que el poeta Enric Casasses ha sido consultor lingüístico en catalán y autor del epílogo. Un libro de tal envergadura solo se acomete si no se proyecta, a fuerza de acumular días y afanes.

Todo empezó el corazón. El poeta se enamoró de una catalana y de su idioma, perseguido y silenciado durante el franquismo, una lengua «fascinante, lúdica y melodial» entre las del tronco románico. Corría el año 1979 y Guillén llevaba bajo el brazo laAntologia general de la poesia catalana,la de Castellet y Molas, cuando conoció al poeta Joan Vinyoli, quien le marcó varias cruces en el índice: «Para que no pierdas tu tiempo leyendo en vano», le dijo. Esos 12 nombres forman hoy la panorámica poética que ha compilado Guillén: Guerau de Liost, Josep Carner, Carles Riba, Joan Salvat-Papasseit, J.V. Foix, Pere Quart, Agustí Bartra, Salvador Espriu, Joan Brossa, Gabriel Ferrater, Vicent Andrés Estellés y, por supuesto, Vinyoli. El antólogo introdujo tres añadiduras femeninas porque le parecía de justicia: Maria-Antònia Salvà, Clementina Arderiu y Rosa Leveroni. No se trata de una antología al uso, fragmentaria, sino de poemarios completos.

Exquisito castellano

La publicación de este libro de libros ha sufrido diversas vicisitudes que no viene al caso recordar –están resumidas en la página web del artista (www.floresdeuxmal.com)– y que, además, es preferible dejar atrás porque la poesía no puede volar con plomo en las alas. La buena noticia es que Grup 62/El Aleph Editores tiene el manuscrito y estudia la publicación. El editor Bernat Puigtobella subraya la «extraordinaria calidad» de la traducción, elaborada desde «la sabiduría lingüística» y un castellano de exquisita pureza. Puede que la traducción de poesía solo tenga sentido si la intenta un poeta.

El grupo editorial se encuentra ahora en la fase de recabar subvenciones, públicas o privadas, para financiar el proyecto. La idea es queDoce poetas catalanes,que comprende unas 2.000 páginas, se publique en edición bilingüe, en un volumen, en rústica y papel biblia para hacer de él una herramienta útil. Soplan malos vientos, pero sería deseable que algunacaixao fundación se decidiese a respaldar un libro necesario que tiende puentes entre idiomas.

Un detective salvaje

Tanta dedicación solo se explica desde una vocación totalitaria. «No me propongo ser radical; soy así –confiesa Guillén–. La condición de poeta borra las fronteras entre vida y creación. O eres poeta o no lo eres. Como dice elApocalipsis de Juan: 'A los tibios los vomitaré de mi boca'». La obra dramática, crítica y lírica de Guillén –es autor de poemarios comoVersario pirata, Rey de BastosyEl costillar de Caín– se ha editado en México.

Guillén es un hombre consecuente con su pasión y a menudo ha escrito versos en condiciones precarias. Puede decirse que es un detective salvaje de la poesía. De hecho lo fue: vivió el México de los 70, el de la vanguardia literaria, irreverente y vital, el que recreó Roberto Bolaño en la novela homónima. Ambos fueron grandes amigos en otra época.