20 años sin el autor de 'Smells like teen spirit¿

Un rock huérfano de Kurt Cobain

Kurt Cobain, entre David Grohl y Krist Novoselic,en una imagen de Nirvana.

Kurt Cobain, entre David Grohl y Krist Novoselic,en una imagen de Nirvana.

JORDI BIANCIOTTO
BARCELONA

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Hace hoy 20 años, el 5 de abril de 1994, apretaba el gatillo y terminaba con su vida en su casa de Seattle, dejando una nota dirigida a su mujer, Courtney Love, cantante de Hole, y convirtiéndose en el mártir de la era grunge. Ciclos de drogadicción y desintoxicación, con huidas hospitalarias incluidas, y amagos de suicidio como el de Roma, un mes antes, llegaban a su trayecto final.

Y dos décadas después, ¿en qué se aprecia la huella de Kurt Cobain en la música y en el show business actuales? El rock cambió desde el auge comercial de Nirvana, y la etiqueta alternativo ha perdido parte de su sentido desde que grupos procedentes de esa parcela encabezan macrofestivales. Las guitarras ruidosas forman parte del nuevo mainstream y, en cuanto a la ética, el show business no es el que era, aunque, en este caso, no tanto por la influencia de Nirvana sino por la autodestrucción del sector discográfico y la progresiva parcelación de los gustos musicales. Por eso, no es exagerado afirmar que Cobain fue el último ídolo musical capaz de identificar a toda una generación, o de definir el signo de los tiempos, como en otros períodos Jimi Hendrix o John Lennon.

GOLPE A MICHAEL JACKSON / En enero de 1992, Nevermind, el segundo disco de Nirvana, desplazó a Dangerous, de Michael Jackson, del número uno de la lista de ventas de Estados Unidos; una poderosa metáfora del cambio de orden. Simplificando: la música corporativa, prepotente, de ventas proporcionales a la inversión realizada, cedía terreno a hatajos de descamisados que ensayaban en sótanos de suburbio y simpatizaban con el no future del punk. El grunge surgido de Seattle (de Temple of the Dog y Soundgarden a Mudhoney y Pearl Jam), era más bien deprimente y oscuro, en línea con las tesis de la Generación X descrita por Douglas Coupland. Música de barriadas posindustriales castigadas por la crisis y la reconversión de sectores obsoletos. Un retrato que sirve para Cobain, que venía de la clase obrera (padre mecánico) y, en su trayecto errante, durmió en automóbiles y espacios públicos al estilo homeless. 

Con Nevermind se alteraron los patrones de conducta de la industria,y su ola expansiva alcanzó a veteranos que fueron aupados como héroes del emergente rock alternativo (REM, Sonic Youth) y también a grupos menores o con poca credibilidad (Bush, imitación infame de Nirvana; Nickelback o Creed). La industria tendía a meterlos a todos en el mismo saco, pero, al final, la historia ha puesto a cada cual en su lugar.

Y de Cobain, más allá de su influencia en los métodos industriales, que no logró neutralizar del todo (y de ahí su infelicidad), hay que recordar otros perfiles sustanciosos. Como el de poeta retorcido y sensible, con tendencia a identificarse con los débiles, las minorías, los vencidos. Que no hacía suyos los estereotipos masculinos (Territorial pissings aludía al macho que marca territorio) y que, por ello, había sufrido humillaciones en la escuela, tachado de homosexual. Y que, tras el impacto de Nevermind, se sentía culpable por haber sucumbido al éxito, y de ahí canciones como Heart-shaped box. Un devorador de rock, en la adolescencia, que fue pionero en compatibilizar el gusto por el metal con el punk: la percepción pública de un dinosaurio hard rock como Black Sabbath, por ejemplo, cambió radicalmente a partir de los 90 después de que Cobain se declara uno de sus fans.

GOTEO DE LIBROS / La edición de sucesivos libros sobre su vida y obra ha añadido información y matices a la percepción del personaje. Sus Diarios (2003), con profusión de manuscritos y dibujos, ilustra su tránsito de la inocencia a la depresión y desvela notas sobre sus problemas estomacales y su incomprensión de la industria y la prensa. Material ampliado con el lujoso volumen Cobain íntimo (2008), si bien la biografía más completa sea posiblemente Heavier than heaven, de Charles R. Cross (2005). Ahora, con motivo del aniversario, ve la luz otro volumen traducido al castellano, Kurt Cobain. La historia de Nirvana, de la periodista estadounidense Carrie Borzillo. Se solapa con otros acontecimientos, como la difusión, por parte de la policía de Seattle, de fotos inéditas de la escena del suicidio; puro morbo sin mayores revelaciones. O la próxima inducción posmortem de Nirvana en el Rock'n'Roll Hall of Fame, prevista para el 10 de abril.

La influencia musical, no industrial ni ética, de Kurt Cobain en el rock actual es vidriosa y sus canciones han ido a parar con poca frecuencia al atril de sus supuestos hijos. Han sido más bien revisadas por artistas de generaciones anteriores que le han rendido honores (Patti Smith se atrevió con Smells like teen spirit) y de otras escenas: Caetano Veloso, Paul Anka... ¡Ainhoa Arteta! Como si hubiera una prevención, o un respeto litúrgico, hacia ese material que, en el subconsciente colectivo de una generación, está asociado a una tragedia, a la angustia de un creador que no soportó su connivencia con un estrellato del que siempre había renegado. El legado sigue tan vivo como el duelo. Dos décadas después.