CRÓNICA
Nick Cave, energía sísmica
El rockero se mezcló con el público en un directo intenso
«Será algo diferente a un concierto habitual de Bad Seeds», decía Warren Ellis, músico y colaborador de Nick Cave, en este diario solo hace unos días. «Es otra historia. Cave pasa el tiempo sentado al piano, es todo intimista».
No sabemos cuándo cambió el guión del concierto de Cave en el Auditori del Fòrum, el pasado jueves, pero el caso es que cambió. Quien fuera al majestuoso emplace con la idea de degustar de forma cómoda, casi epicúrea, una actuación del rockero australiano en su versión más íntima, saldría medio (o completamente) consternado. En cambio, quien tuviera intención de aprovechar la falta de barreras entre el escenario y el público para abrazarse a su ídolo por la espalda, en plan pressing catch romántico, saldría alucinado. Una chica hizo eso justamente.
Pero vayamos por partes, como diría Jack The Ripper, al que Cave dedicó una canción que cayó en el bis. Todo empezó en una calma tensa, como suele ser la calma con Cave y sus Bad Seeds (el concierto sería del líder en solitario, pero sus músicos son de la banda). Es el momento de Water's edge y Cave, aunque sentado al piano de cola, mueve los brazos de forma dramática: la teatralidad sigue ahí.
Tras una solitaria The weeping song, llega el balanceo sexi de Red right hand y, con ella, las primeras señales de que aquello iba a ser el caos. Fans reptan hacia el escenario. Primeros silbidos de gente que ha pagado para una butaca. Acaba la canción y aquella chica se agarra por detrás a Cave, algo que él agradece y premia con un beso.
BAÑO DE MASAS / Cave se alimenta de esa interacción: del contacto visual con el público y baños de masas que ríanse de Daenerys Targaryen. Camina sobre las butacas, se apoya literalmente en el público e intercambia energía con ellos. Para el astro (y el público interesado en ver qué pasa) hay momentos de seria frustración porque, en el 2015, muchos fans solo tienen una mano; la otra es para el móvil o hasta la tableta.
Por suerte, encuentra una mano suelta que ponerse en el pecho para cantar «¿Puedes sentir el latido de mi corazón?» en Higgs boson blues, uno de los momentos álgidos de la noche, junto con From her to eternity, Tupelo y, sobre todo, Jubilee Street, todavía más resonante con el recuerdo de su utilización en 20.000 días en la Tierra.
Hubo también hitos intimistas, tan intimistas como prometía Ellis: Love letter e Into my arms, doble nocaut. Mermaids estremeció con la extática guitarra de Ellis, también fabuloso al acordeón en Black hair. Y la misa no pudo acabar mejor, con una Push the sky away coreada suavemente por una masa entregada.
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