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El negro de Boney M

RAMÓN DE ESPAÑA

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Dicen que rectificar es de sabios. Así pues, reconozco que, en sus años de esplendor, no fui capaz de reconocer la grandeza majareta de Boney M. Intenten comprenderme: yo era un muchacho radical y alternativo que se pasaba el día escuchando a los Talking Heads y a los Ramones, a Blondie y a Television, y todo lo que no fuese radical y alternativo se me antojaba una pampringada. Tampoco entendí a ABBA en su momento -aunque reconozco que, durante mi primera adolescencia, la rubia mantecosa me ponía-, pero últimamente estoy llegando a la conclusión de queChiquititaes una canción sensacional; y hace unos días, sentado ante el televisor y disfrutando de las sonrisas lelas de los cuatro suecos de marras, me sorprendí a mí mismo coreando el estribillo deSuper Trooper. No sé muy bien si chocheo o si he visto la luz, pero yo diría que no hay mal gusto musical más fascinante que el de los benditos años de la transición.

También me engancho a los videoclips de Boney M cuando se cuelan en algún canal churroso. Y me fascinan sus clases de historia contemporánea (Rasputín), sus preocupaciones religiosas de tintes sionistas (Rivers of Babylon), la presencia materna en el mundo del crimen, que tan bien entendería el James Cagney deAl rojo vivo (Ma Baker) y la quijotesca reivindicación de los marginados (El Lute). Pero lo que más me fascina de Boney M es ese enano saltarín llamadoBobby Farrell que reventó hace unos días en un hotel de San Peters-

burgo y al que el paso del tiempo ha convertido, lejos del alegre muchacho que aparentaba ser en los 70, en un icono de la perversión más abyecta y divertida.

Fíjense bien en él cuando se materialice en su televisor. No se pierdan esas miradas al público, entre furibundas y libidinosas, como si estuviera eligiendo a un miembro de la audiencia para saltar sobre él, tirárselo y, tal vez, comérselo. Atención a esos movimientos espasmódicos, descoyuntados y absurdos que seguramente precedieron al momento en que nuestro hombre, fuera de sí, decidió prenderle fuego a su esposa. Cuando se habla de los peligros de la música pop, siempre sale a relucirJim Morrison,pero nadie se acuerda de ese hombre que interpretó el papel de perverso polimorfo como nadie.