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Matthew McConaughey: "Antes de casarme tenía demasiados sábados libres"

NANDO SALVÀ

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Parecía destinado a erigirse en el nuevo Paul Newman, pero en lugar de eso se convirtió en galán de saldo en una sucesión de atroces comedias románticas como Planes de boda, Cómo perder a un chico en 10 días o Novia por contrato. Sin embargo, un día Matthew McConaughey decidió rehabilitarse y desde entonces ha encadenado una sucesión de grandes papeles en títulos de prestigio como Killer Joe (2011), Magic Mike (2012) Mud (2012), El lobo de Wall Street (2013) o la teleserie de culto True Detective (2014). Ninguno de ellos, en todo caso, tan importante como el que interpreta en Dallas Buyers Clubpor el que ha obtenido el Globo de Oro y el Oscar: Ron Woodroof, electricista tejano que se convirtió en un activista contra el sida después de ser diagnosticado del HIV a mediados de los 80.

-¿Qué le atrajo de la historia de Ron Woodroof? 

-La experiencia que vivió es asombrosa. En aquella época nadie sabía qué demonios era el HIV, ni siquiera los médicos. Y entonces llega él, un vaquero sin estudios que se pasaba la vida de fiesta, bebiendo y tomando drogas, y se convierte en casi un científico. No le gustaba lo que estaban recetando en Estados Unidos, así que decidió salir del país, ir a México y Tokio y por todo el mundo, no solo con el fin de luchar para sobrevivir, sino para ayudar a hacerlo a miles de seropositivos. La enfermedad, irónicamente, le dio un motivo por el que aferrarse a la vida.

-Perdió 20 kilos para el papel. Teniendo en cuenta que su buena apariencia le ha sido útil en su carrera, ¿sintió alguna inquietud durante el proceso? 

-Recuerdo que, la primera vez que me vi en la pantalla, pensé que estaba mirando a otra persona o, más bien, a una especie de reptil mutante. Pero no me importó en absoluto perder mi estado de forma o mi buen aspecto. Al contrario, me pareció valioso carecer de ciertas herramientas que me han servido en el pasado, porque me permitió explorarme y encontrar otras nuevas.

-¿Por qué es importante una película como Dallas Buyers Club hoy? Existe una percepción general, probablemente equivocada, de que el sida es una enfermedad del pasado.-Exactamente. La gente no es consciente de que el sida sigue muy presente en nuestra sociedad, incluso aunque los pacientes del primer mundo ya no mueran. En todo caso, se ven obligados a tomar medicamentos extremos cuyos efectos a largo plazo son desconocidos, y siguen sin ser aceptados por la sociedad. Es horrible. Esperemos que la película ayude a cambiar eso.

-Todos los artículos escritos sobre usted últimamente incluyen la palabra reinvención. ¿Realmente siente que se ha reinventado? 

-Esa palabra es un poco fuerte. Digamos que estoy en un nuevo capítulo del mismo libro. Tomé una decisión consciente de desempolvar un poco mi carrera. Me propusieron algunas películas de acción y comedias románticas, y me ofrecieron mucho dinero por ellas, pero aun así decidí que no era lo que necesitaba en ese momento. Me pasé un año y medio antes sin trabajar antes de que llegaran Killer Joe Magic Mike, y luego Mud y Dallas Buyers Club.

-¿En algún momento sintió que se arrepentiría de tomar esa decisión? ¿Que quizá el teléfono no sonaría nunca más? 

-Por supuesto que me sentí algunas dudas. Pero mi hijo acababa de nacer, así que cada vez que me ponía ansioso pensaba: educar a mi hijo es lo mejor que puedo estar haciendo en este momento. La familia te da una misión que cumplir. Antes de casarme tenía demasiados sábados libres, y eso ampliaba mis posibilidades de meterme en líos. Y estar fuera de juego durante un tiempo me devolvió cierto anonimato, y ayudó a la gente a olvidarse de algunos prejuicios sobre mí.

-¿Cómo llegó su nombre a estar tan íntimamente asociado con la comedia romántica? 

-Yo siempre quise contar buenas historias, es por eso que rodé Amistad (1997), con Steven Spielberg, o Contact (1997), con Robert Zemeckis, pero tras esas películas las buenas ofertas escasearon. Sí, rodé The Newton Boys (1998) y Apostando al límite (2005), pero no funcionaron en taquilla. Y películas como Cómo perder a un chico en 10 días (2003) sí lo hicieron.

-¿Se siente orgulloso de esas comedias románticas? 

-Por supuesto. Sería muy arrogante renegar de ellas. Estas comedias románticas fueron buenas para mí, y creo que yo fui bueno para ellas. Y me pagaron extraordinariamente bien, así que es gracias a ellas que puedo vivir como vivo y proporcionar a mis hijos todo cuanto necesitan.

-¿Volvería a rodar películas como Planes de boda (2001) o Los fantasmas de mis exnovias (2009)? 

-¿Por qué no? Como digo, estaba muy contento por cómo iba mi carrera. El problema es que empecé a sentir que los guiones que estaba recibiendo no eran suficientemente buenos. Y me apeteció sentir terror en mi trabajo, incertidumbre a la hora de hacer algo que no sabía si sería capaz de hacer. Las comedias románticas son muy ligeras, ni el amor ni el dolor son muy intensos porque de lo contrario no serían divertidas ni románticas. Pero mi vida en ese momento era muy ajetreada, en ella había amor y dolor y alegría y miedo, y quise incorporar esas experiencias personales en mi carrera.