Recital del cantautor en el Palau de la Música
Indestructible Raimon
El cantautor ofreció un amplio e intenso recital en el Palau en el que estrenó una pieza, 'I nosaltres amb ell'
Raimon panorámico, caleidoscópico, cambiante, sujeto a dulces inflexiones y a enérgicos golpes de autoridad, atento a todas las ramas de su cancionero: la histórica, la amorosa, la cívica, la filosófica. El cantautor valenciano en una versión total, de alta definición, abrió anoche con la tanda de cuatro recitales que ofrece hasta el domingo en el Palau. Casi dos horas y media, 36 cancionesoficiadas con furia y precisión por el autor de El vent, de 73 años, distinguido recientemente con el Premi d'Honor de les Lletres Catalanes
Un recital en el que, antes de ir a parar a los clásicos de su repertorio, Raimon recuperó, sobre todo en la primera parte, canciones poco habituales, algunas muy remotas, y estrenó una canción, I nosaltres amb ell. La noche tuvo un inicio nada corriente, la aparición en escena del Cor Mitjans de la escuela del Orfeó Català, dirigido por Glòria Fernández, a modo de bienvenida de la casa. Voces infantiles que interpretaron con todo el rigor un par de canciones, D'un temps, d'un país y Diguem no, aportando un énfasis angelical a estrofas como «no creiem en les pistoles» y «nosaltres no som d'eixe món» (preservando el catalán occidental de la versión original). Tras este tierno pórtico, apareció Raimon entonando A l'estiu quan són les nou, arropado por su cuarteto, y dando paso a dos canciones más de su último disco, Rellotge de temps, ambas con alusiones existenciales, Si miraves l'aigua y Punxa de temps.
ESTADO DE EXCEPCIÓN / Tras Al meu país la puja, la inusual Cucuts de rellotge y A l'any quaranta, Raimon retrocedió al año 1969, cuando Franco declaró el estado de excepción («como si el otro fuera normal», ironizó) y rescató dos piezas creadas al calor de aquellos acontecimientos: De nit a casa, junts («i torna el temps dels monstres / que no són morts») y Quan veus que ja s'acaba («tot torna a començar!»). Destacó la selección de tres piezas del álbum A Víctor Jara (1974): No em pren així com al petit vailet (Ausiàs March), Só qui só (Anselm Turmeda) y Molt lluny. Y una de sus canciones sobre la duda, L'única seguretat, a las que más tarde sumó otras dos, más bien ácidas y escépticas, Qui ja ho sap tot y Soliloqui solipsista («T'entendran? No t'entendran? No t'entendran»). En esta última tuvo un lapsus de memoria en el tramo final que encajó sin tratar de disimularlo. «Se me n'ha anat del cap!»).
Y cerrando el bloque, el estreno, I nosaltres amb ell, una pieza con nuevas referencias al tiempo. «Passen els anys, i nosaltres amb ell», comienza diciendo. Pero su trayecto va reflejando una incertidumbre vital (« encara no sé qui sóc, i sé que no sóc qui era / També sé qui no seré / i encara no sé qui sóc») que desemboca en una mirada a la colectividad interpretable en muchas claves distintas, y que transmite una impotencia que, con su inflexión vocal final, alzando el tono, se convierte en rabia: «Si la gent que pot volgués / i si la gent que vol pogués / altre país seria / el país on visc».
Tras una pausa de 20 minutos, Raimon emprendió una segunda parte con paradas en otros hitos existenciales, como Animal d'esperances i memòria, y las citas a Ausiàs March de Si com lo taür y Així com cell qui es parteix de sa terra. Partituras que en su día ayudaron a comprender mejor textos de los siglos XIV y XV, como las de Elogi dels diners (Turmeda) y Espill (Jaume Roig). Clase de literatura del siglo de oro catalán, valenciano, y de vuelta a un pasado más cercano con Una vaca amb un vedellet en braços, de Pere Quart, y Petita cançó de la teva mort, de Espriu.
«EL VENT DEL MÓN» / Indicar que Raimon estaba en excelentes condiciones vocales no es noticia, porque suele estarlo, pero no deja de ser prodigioso que su voz mantenga no solo la textura sino la fuerza. La brindó, en todo su esplendor, a un crescendo que culminó con la exaltación emocional de Com un puny. Abrió los bises Veles e vents, mascarón de proa de Ausiàs March, camino de la poderosa trilogía que suele cerrar sus recitales antológicos: Jo vinc d'un silenci, Diguem no (gritos estruendosos de independencia, sonrisa de vaga complicidad) y Al vent, estallando contra las musas del Palau. «El vent del món» no ha podido con Raimon.
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