ESTRENOS DE CINE

La destrucción que cambió las normas de Hollywood

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NANDO SALVÀ

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A 'Independence Day' (1996) se le pueden poner muchas pegas. Su argumento, por ejemplo, no tiene ningún sentido. Sus personajes y situaciones no son más que estereotipos. Su militarismo exacerbado da grima. Y su teoría sobre cómo los humanos reaccionaríamos ante la destrucción del planeta por los alienígenas es ridícula. Cierto, también es una película francamente divertida. Pero eso por sí solo no justifica la reputación que ha criado en los últimos 20 años y que en buena medida explica la segunda parte, 'Independence Day: Contraataque', que ahora llega a España. El principal motivo de su notoriedad es otro: gracias a ella, el director Roland Emmerich fue acreditado como el inventor del 'blockbuster' (esto es, una película concebida para arrasar en taquilla) moderno. Para muchos, eso tendrá tanto mérito como haber inventado la guillotina, pero, para bien o para mal, la relevancia cultural y económica del logro es innegable.

Actualmente el verano no se entiende sin varias películas más grandes que algunos países, pero en su momento los 80 millones de dólares de presupuesto de 'Independence Day' no tenían precedente. La película recaudó más de 800 millones, se convirtió en la segunda más taquillera de la historia (hoy ocupa el número 32; casi todos los títulos que la superan fueron estrenados posteriormente) y, más importante, definió muchos de los rasgos que han llegado a representar el estándar del entretenimiento hollywoodiense.

DESTRUCCIÓN TOTAL

De entrada, ocupa un lugar privilegiado en la historia de los apocalipsis cinematográficos. Hasta su estreno, de los ataques extraterrestres se encargaba solo el cine de serie B. El de gran presupuesto recurría más bien a desastres naturales, o a monstruos, o a tipos malos con acento austriaco. A partir de 'Independence Day', los héroes fílmicos dejaron de limitarse a salvar el Nakatomi Plaza para empezar a salvar el mundo entero, mientras a su alrededor edificios emblemáticos eran destruidos (en 'Contraataque', la Casa Blanca no sufre daños, pero el Burj Khalifa y el Big Ben quedan hechos fosfatina) y líderes encarnados por Morgan Freeman decían cosas como "que Dios se apiade de todos nosotros". Actualmente, no pasa un mes sin que un personaje de Marvel, o uno de DC, o un Transformer, evite la destrucción total.

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Asimismo, es a causa de 'Independence Day' que las películas ya no se estrenan de la misma manera. En 1996 la productora Fox se gastó más de un millón de dólares de la época para estrenar su tráiler durante la Super Bowl, y a la audiencia el mensaje le llegó alto y claro: eso había que verlo. La búsqueda de nuevos ganchos de márketing se convirtió en práctica esencial de los estudios, y actualmente lo que un 'blockbuster' recaude el fin de semana de su estreno depende casi por completo de cómo se le ha vendido al público. Y no solo al que ve la Super Bowl.

PALOMITAS EN CHINA

'Independence Day' confirmó lo que hasta entonces la industria solo sospechaba: fuera de Estados Unidos hay todo un mundo que también va al cine. Y acabó recaudando más dinero fuera de EEUU que dentro. Hoy las películas de superhéroes no suelen obtener en suelo americano más del 25% de sus ingresos, especialmente desde que los cines de China empezaron a vender palomitas. De hecho, la inclusión en el reparto de 'Contraataque' de la actriz hongkonesa Angelababy (seguro que en su DNI no pone eso) fue decidida con un fajo de yuanes en mente.

Pero desde 'Independence Day', por último, el foco no está en los intérpretes. Con su reparto coral y sus múltiples tramas, paradójicamente, la película que hizo del príncipe de Bel Air (Will Smith) una estrella fue también el principio del fin de las estrellas todopoderosas. Y de más cosas. Sentó las bases de un modelo de negocio al que el tiempo ha dado la razón: lo que vende entradas es convertir el estreno de una película en un acontecimiento. La historia, los personajes... eso importa menos. ¿Significa eso que 'Independence Day' hizo el cine un poco más idiota?