Eugenio Mira: «'Grand piano' es un juego de ilusionismo»

Eugenio Mira, en el Festival de Sitges, donde presentó 'Grand piano'.

Eugenio Mira, en el Festival de Sitges, donde presentó 'Grand piano'.

JULIÁN GARCÍA / Barcelona

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Un joven pianista con miedo escénico (Elijah Wood) recibe una amenaza de muerte en pleno concierto: si falla una sola nota, un misterioso francotirador (John Cusack) acabará con su vida de un certero disparo. Bajo esta premisa de aire inequívocamente hitchcockiano, el director Eugenio Mira (Castalla, Alicante, 1977) ha orquestado el suntuoso thriller Grand piano, que ha llegado esta semana a los cines tras haber inaugurado la última edición del Festival de Sitges.

-Alguien ha llegado de decir de Grand piano que es la «mejor película que jamás rodó Brian De Palma».

-Palabras mayores. Yo admiro mucho a De Palma. Siempre le he defendido de los que dicen que es un imitador de Alfred Hitchcock. Se equivocan. De Palma es un visionario, un tío con estilo propio al que he venerado desde adolescente. Quizá sí que Grand piano es una película muy De Palma, pero la verdad es que si alguien piensa que Grand piano parece una película suya, es un elogio como para sentirse sonrojado.

-Más allá de la presencia entre bambalinas de De Palma, un juego entretenido sería buscar referencias en Grand piano. De entrada, pienso en un capítulo de La hora de Alfred Hitchcock o en un relato de Richard Matheson.

-El guion que llegó a mis manos respiraba Hitchcock por todos los rincones. Grand piano es una propuesta de suspense que juega con las expectativas del espectador y le dosifica la información. En ese sentido, la película encaja mucho con ese papel de ilusionistas que han tenido Spielberg, De Palma, Zemeckis y, por supuesto, Hitchcock, el maestro de todos ellos, porque sigue esa tradición de seducir o despistar al espectador como en un juego de ilusionismo escénico, en el que te pones por encima suyo, pero siempre para ofrecerle algo grande, algo especial. En todo caso, también hay mucho de Polanski en Grand piano: me interesa la manera en que repercuten psicológicamente en el protagonista las cosas que le van sucediendo.

-La historia de 'Grand piano' es simple, pero no así la puesta en escena, repleta de complejos planos secuencia y movimientos de cámara. Hay mucha coreografía.

-Grand piano tiene una proyección novelesca, casi de Arthur Conan Doyle, con Moriarty retando a Sherlock Holmes. Como un acertijo detectivesco y romántico. Mi intención nunca fue desafiar a la falta de lógica o verosimilitud del guion de Damien Chazelle. Al leer el guión por primera vez -una bomba, por cierto-, pensé que el escritor había planteado una realidad que solo podía ocurrir en el cine y que no tenía ningún tipo de pretensión de ser verosímil. Así, cuando hablé con él y vi que su historia era como un relato de Stephen King o Richard Matheson, sentí que no debía cuestionarla ni intentar encauzarla, sino dejarme ir, disfrutar y darle un tono más grande que la vida. Algo salvaje. La verdad es que nada más leer el guion, ya vi la película en mi cabeza. Me la imaginé entera, desmenuzada en planos. Si te soy sincero, Grand piano estaba dirigida y montada antes de empezar a rodar.

-¿Cómo llega al proyecto de 'Grand piano'? 

-Es la única historia bonita y americana de mi vida. Supongo que en los años 70, tíos como Fernando Colomo o Fernando Trueba tenían estatus de director y si hacían una película, seguro que iban a hacer otra. Mi generación, la de los Nacho Vigalondo, Borja Cobeaga o J. A. Bayona, cada vez que ha dado un paso ha tenido que empezar de cero. Y yo tengo que dar las gracias a mis productores, Rodrigo Cortés y Adrián Guerra, que son dos tipos que adoran el cine y adoran a nuestra generación. Supongo que quisieron contar conmigo por mi afición a la música y mi gusto por las coreografías visuales. Imagínese, ahora estamos los tres sonriendo, chocándonos las manos con puros en la boca, leyendo críticas buenísimas de la película.

-Habla de su afición por la música. Aparte de dirigir y actuar (le vimos interpretando a un joven De Niro en Luces rojas, de Rodrigo Cortés), usted ha compuesto bandas sonoras.

-Sí, es verdad, hice la música de Los cronocrímenes, de Nacho Vigalondo. Que, por cierto, se acaba de publicar en edición limitada en vinilo en Estados Unidos. Un hito. Y he hecho música para publicidad. También me encargué de la segunda unidad de Lo imposible. Fueron cuatro meses increíbles con Bayona. Me gusta alternar.

-¿Nos cuenta un poco cómo fue la experiencia de trabajar con John Cusack y Elijah Wood? 

-Soy un fan a muerte de John Cusack. Me encanta su frialidad y rigor a la hora de trabajar. Buena parte de su participación en la película es a través de su voz, una voz omnipresente, como la de demiurgo torturando a Elijah Wood. Cuando grabábamos con él los audios de referencia, me temblaban las piernas. En cuanto a Elijah... Los dos meses de trabajo nos han proporcionado un nivel de amistad y fraternidad que roza los límites de mi heterosexualidad. Le quiero mucho. Además, nos ha dado tres, cuatro veces más de lo que jamás habríamos soñado.

-La película, rodada íntegramente en inglés, tiene clara vocación internacional. Tras el estreno en España, ¿qué carrera le espera?

-En enero llegará a Estados Unidos, distribuida por Magnolia Pictures, que la sacará a la vez en salas de cine y en Video On Demand [televisión a la carta online]. Y antes de que la presentáramos en el Fantastic Fest de Austin, en septiembre, ya se había vendido a más de 30 países.