DOCUMENTAL

Blackfish Liberen a las orcas

Blackfish Liberen a  las orcas_MEDIA_2

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Uno de los filmes más terroríficos de los últimos años no pertenecía al género del horror, sino al del documental. Se llamaba The cove y era un asalto (poco sutil pero necesario) al maltrato de los delfines, asediados y asesinados para el consumo humano y los parques marinos.

Blackfish cambia los delfines por orcas, pero también ataca a la cadena de parques temáticos SeaWorld por sacar a animales de su hábitat natural, arruinar las vidas de seres con emociones complejas. Partiendo de la muerte de la entrenadora Dawn Brancheau por el ataque de la orca Tilikum, Gabriela Cowperthwaite elabora un relato sobre explotación animal que tiene sus raíces décadas atrás.  La directora y su montador Eli B. Despres (coguionista del filme) parecen de los que creen que el fin justifica los medios. Y así, durante los tensos 83 minutos de Blackfish, tiran de los recursos más efectivos y, en cierto modo, efectistas para trasladar su mensaje. Hay imágenes gráficas de entrenadores en grave peligro con música de psycho-thriller. Lágrimas en primer plano. Juicios narrados con el ritmo de Ley y orden. Igual que The cove, entretiene casi como no debería. Pero la falta de sutileza se acaba disculpando por la bondad del cambio buscado: el fin de ciertas prácticas de SeaWorld y, por extensión, la violencia contra los animales en general. J. M. FREIRE

Gabriela Cowperthwaite