Adiós a un actor de raza

Pepe Sancho, el carismático Estudiante de 'Curro Jiménez', muere a los 68 años de un cáncer tras una dilatada carrera

José Sancho, con María Jiménez.

José Sancho, con María Jiménez.

JOSÉ CARLOS SORRIBES / Barcelona

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Cincuenta años de intensa vida y carrera profesional se apagaron ayer en un hospital de Valencia. Pepe Sancho, un icono de la historia de la televisión española, murió a los 68 años víctima de un cáncer. La enfermedad ya le impidió, en enero, estrenar La amante inglesa, la obra de Marguerite Duras que se representa actualmente en Madrid. Si el teatro fue su pasión, halló en la televisión una enorme popularidad como El Estudiante, de Curro Jiménez, la legendaria serie que interpretó entre 1976 y 1979 con Sancho Gracia, fallecido el pasado año, y Álvaro de Luna.

Nacido en Manises (Valencia) el 11 de noviembre de 1944, José Asunción Martínez Sancho era un actor vocacional como demostró a los 11 años, explicaba, al escaparse de casa para «ir a Hollywood». Formado en la escuela de los escenarios de pueblo, la tele en blanco y negro se convirtió en su trampolín con sus apariciones en las novelas o en Estudio-1.

Vivió un constante idilio con el medio. Si Curro Jiménez le convirtió en un rostro muy conocido, otro tanto ocurrió tres décadas más tarde como don Pablo en Cuéntame o en la miniserie Crematorio. La tele le permitió además encarnar a personajes históricos como el cardenal Tarancón, el golpista Milans del Bosch, el presidente Suárez o el conquistador Hernán Cortés. Pero ninguno como El Estudiante, y eso que no se llevaba nada bien con el jefe. El actor dejó huella en sus memorias, Bambalinas de cartón (2008), de su mala relación con Sancho Gracia.

UN GOYA POR 'CARNE TRÉMULA' / Su trayectoria fue panorámica. Televisión, cine y teatro se complementaron con el premio, por ejemplo, de un Goya al actor de reparto por Carne trémula (1997), en uno de sus dos trabajos con Pedro Almodóvar. Hable con ella (2002) fue el otro. El intérprete de Manises podría documentar la historia del cine español tras la muerte de Franco. Igual actuó en dudosos filmes de la transición como La boda del señor cura y Al tercer año resucitó, ambos de Rafael Gil, que con Berlanga y Saura, además de Almodóvar.

Sancho cerró su dilatada carrera en los escenarios donde la había empezado a los 18 años, cuando se fue a Madrid, con Los árboles mueren de pie, de Alejandro Casona. Habitual del festival de teatro clásico de Mérida, logró sus cumbres con Memorias de Adriano (1998), dirigido por el italiano Maurizio Scaparro, y Enrique IV (2002), de Pirandello y dirección de José Tamayo. En los últimos años, su buena relación con el PP valenciano le llevó a estar en el consejo rector de Teatres de la Generalitat. Sus colegas denunciaron lo que entendían como un trato de favor que le permitía contar con buenas subvenciones para sus obras en época de recortes.

EN LA PRENSA ROSA / A Sancho poco le intimidó esa queja. Ni la subida del IVA cultural. «Yo nací en unos años muy malos, en la posguerra, sé lo que es merendar solo un boniato. Conozco muchas hambrunas y no me asusta», dijo a este diario. Así era este actor canalla, bravucón, de voz atronadora; un gran seductor, malo o sinvergüenza. Incluso en la vida real. Vivió una tormentosa relación a lo largo de 22 años con la cantante María Jiménez, tan racial (o más) que él. Se casaron dos veces, tuvieron un hijo y su ruptura llenó páginas de la prensa rosa. Se despellejaron y no faltó una denuncia de ella por malos tratos. «A pesar de todo me llevo bien con María Jiménez», sentenció en días en los que hablaba más de su vida privada que de su trabajo.