Trump empieza perdiendo

El senador republicano Ted Cruz, observador por su esposa, se dirige a sus simpatizantes tras ganar el caucus de Iowa.

El senador republicano Ted Cruz, observador por su esposa, se dirige a sus simpatizantes tras ganar el caucus de Iowa. / cf

RICARDO MIR DE FRANCIA / CLIVE (IOWA)

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El discurso de Donald Trump se basa fundamentalmente en una premisa: Trump es un ganador y, con él en la Casa Blanca, Estados Unidos barrerá a sus competidores en el ámbito comercial, militar y diplomático para ser nuevamente grande, como viene a decir su eslogan de campaña. Esa premisa es solo una verdad a medias porque la derrota es parte esencial de la trayectoria del multimillonario neoyorkino. Ahí están las quiebras empresariales de su currículum o sus dos divorcios para atestiguarlo. Y en Iowa no fue diferente. Trump empezó perdiendo ante el senador Ted Cruz, el más conservador en temas sociales de todos los candidatos, y casi se le escapa la segunda plaza ante Marco Rubio, el gran triunfador sin corona de esta primera batalla de las primarias para elegir al próximo candidato republicano a la Casa Blanca.

Para el Partido Republicano fue una noche memorable. Se pulverizaron todos los récords de participación, superándose en más de 60.000 votos los 121.000 de hace cuatro años, lo que demuestra el enorme interés que ha despertado entre las bases la carrera tan incierta que ahora comienza. Iowa deja casi empatados a tres tipos de candidatos que apelan a corrientes muy distintas dentro del partido: un socialconservador, Cruz, que obtuvo el 27.6% de los votos y ocho de los 30 delegados en juego; un ‘outsider’ del mundo de los negocios, Trump, que conquistó el 24.3% y siete delegados; y el hombre del establishment, Rubio, con un 23.1% y siete delegados.

Una historia de superación

En su meritorio tercer puesto, el joven senador hispano superó por mucho las expectativas en las encuestas, lo que está llamado a reportarle un aluvión de donaciones y reforzar la promesa de su candidatura. Hijo de inmigrantes cubanos, Rubio lo tiene todo. Una historia personal de superación. Una oratoria poderosa que hace recordar a Reagan y unos valores capaces de aglutinar eventualmente a todo el universo conservador.

En el furgón de cola, solo el neurocirujano Ben Carson, el libertario Rand Paul y el ex gobernador de Florida, Jeb Bush, rascaron delegados. Tres, uno y uno, respectivamente. Mike Huckabee suspendió definitivamente su campaña y lo normal es que Rick Santorum lo haga muy pronto. El descalabro más notable fue sin duda el de Bush, que no llegó al 3% de los votos, tras haber invertido un dineral en propaganda electoral en Iowa. Si los dioses no se confabulan pronto para ayudarle, el hermano listo de la familia enterrará políticamente a la dinastía tras varias décadas de preeminencia. Bush ni siquiera pasó la noche en el estado y como Chris Christie y John Kasich, los tres candidatos que le disputan a Rubio el manto del establishment, puso rumbo a Nuevo Hampshire, donde el próximo martes se celebra la segunda ronda de estas primarias.

Votantes evangélicos

Trump aventaja allí por 22 puntos a Cruz y Kasich, un margen mucho mayor  al que tenía en las horas previas al caucus de Iowa. Aunque estos han demostrado que no hay que fiarse demasiado de los sondeos, se antoja muy complicado que alguien pueda arrebatarle la victoria en solo una semana. La clave del triunfo de Cruz estuvo en la movilización de los votantes evangélicos que, según las encuestas a pie de urna, representaron el 64% de todos los electores, siete puntos más que en 2012. Formado en Princeton y acostumbrado a fajarse en las máximas instancias judiciales del país, como demostró durante su etapa como fiscal general del Estado en Tejas, tiene una retórica feroz que encandila a la América temerosa de Dios, al Tea Party y a todos aquellos que creen que Washington es un concepto tóxico.

“Esta es una victoria para las bases, para los valientes conservadores a lo largo y ancho de Iowa y todo el país”, dijo el lunes tras encomendarse a “la gloria de Dios”, una vez se supo el resultado. Cruz se trabajó el estado como nadie, pateándose sus 99 condados y ofreciendo dormitorios a parte de sus 12.000 voluntarios para que dedicaran todo su esfuerzo a arrastrar votos. También jugó sucio, al enviar octavillas a los electores con un historial de voto bajo en las que los amenazaba sibilinamente con compartir su historial público con otros miembros de la comunidad si se quedaban en casa.  

Frente a esa imponente organización sobre el terreno, Trump se quedó corto de votos. Pero esta vez supo perder. “Estoy simplemente honrado”, dijo tras reconocer su segundo puesto y felicitar a sus rivales.