Análisis

Tierra Santa... pero no tanto

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PERE VILANOVA

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Sería lo más fácil: la culpa de que corra tanta sangre en la mal llamada Tierra Santa es que está poseída por una maldición. Bíblica, nunca tan bien dicho. Desde Abraham, tres religiones, todas «verdaderas», han servido de base para una narración de violencia, venganzas, desastres y castigos colectivos  (desde el Arca de Noé, pasando por la toma de Jerusalén por los cruzados, hasta hoy) de los que solo se salvan unos elegidos… Por otra parte, ya en plan más materialista, es una franja de tierra donde no hay ni petróleo, ni diamantes, ni uranio, ni coltán. Sería todo una maldición en la que todos serían a la vez víctimas y culpables, y por tanto, al final, nadie sería culpable.

Pero no es así. La violencia en Tierra Santa tiene causas políticas y sociales, y en particular es fácil seguir el rastro de tanta sangre a lo largo del siglo XX. Si los seres humanos fueran racionales, y ya puestos, filantrópicos, lo que sucede allá no tiene ni pies ni cabeza. Si no funcionó el proceso de paz de Camp David (1993-2000), la única negociación real  desde 1948, ¿por qué siguen hablando de un proceso de paz los Kerry, Blair, Mahmud Abbás, Netanyahu y compañía? Porque una parte ha ganado (Israel) y otra ha perdido (Palestina), no hay más. El crimen contra estos tres chicos judíos, si los que lo han cometido se consideran «combatientes» o «soldados» de la causa que sea, es un crimen contra la humanidad, y lo que Israel ha puesto en marcha incluirá al final crímenes o de guerra o de lesa humanidad contra palestinos (según los que mueran sean combatientes o civiles). Ya sabemos lo que valen las convenciones de Ginebra, sobre todo en los conflictos armados actuales...

Derecho humanitario

El derecho internacional humanitario tiene una de sus pocas virtudes efectivas en que podemos medir la gravedad de los hechos a través de su incumplimiento. Esta película ya la hemos visto muchas veces, recuerden la ofensiva Plomo Fundido de Israel contra Gaza, de 2008-2009: 1.166 víctimas palestinas, por 3 civiles y 9 soldados israelís (según fuentes oficiales israelís), en cuatro semanas de campaña. Y al final lo de siempre, Israel ha seguido construyendo sus asentamientos, expandiendo su política de desposesión territorial, y las élites políticas palestinas desplegando su retórica de incapacidad e impotencia. Pero hay que buscar «racionalidad» en la política, si no las tragedias estarían dictadas por el azar y el absurdo.

Racionalidades hay varias, y todas confirman -sobre una perspectiva de más de medio siglo- que Israel ha ganado y los palestinos han perdido. Lo que busca el Gobierno israelí es seguir incrementando la asimetría de su ventaja. Lo que busca la Autoridad Nacional Palestina (ANP) es alargar su tiempo de descuento un día más. Lo que busca Hamás es durar en el conflicto, porque su horizonte es intemporal y sabe que en esta óptica, durar es vencer a la ANP, y cuanto peor, mejor. Seguirá muriendo gente, asimétricamente, y nosotros pendientes del Mundial de fútbol.