LA CAMPAÑA ELECTORAL

El tercer mandato

Obama se vuelca en que un demócrata sea elegido presidente y complete su agenda

La favorita para la sucesión demócrata 8Hillary Clinton en un acto de campaña.

La favorita para la sucesión demócrata 8Hillary Clinton en un acto de campaña.

IDOYA NOAIN.
NUEVA YORK

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Cuando mañana Hillary Clinton y Bernie Sanders se midan el lunes en el primer debate demócrata (junto a Martin O'MalleyJim Webb Lincoln Chaffee), Barack Obama será el ausente más presente, como lo fue en los dos duelos celebrados hasta la fecha entre aspirantes republicanos a la nominación para las presidenciales del 2016.

La presencia se sentirá no solo porque, como dice el historiador Timothy Naftali, «se verá cuánto ha cambiado la retórica» un presidente que «ha hecho cambios sutiles pero profundos y ha transformado los términos del debate político y social, haciendo, por ejemplo, que el acceso a la sanidad se vea como un derecho». La discusión versará sobre muchos de los temas que Obama, desde la Casa Blanca y cada vez más agresivamente, ha hecho ya ejes centrales de la campaña: de la inmigración al acuerdo con Irán, de la lucha contra la desigualdad económica a la del cambio climático.

Esa ambiciosa agenda de Obama, un mandatario que ha dejado clara su visión largoplacista, necesita de una victoria demócrata para garantizar su efectividad. Los republicanos se oponen frontalmente a prácticamente todos los elementos de esa agenda y centran sus promesas electorales en deshacer el camino andado. Y Obama está volcando sus esfuerzos en buscar el llamado tercer mandato: la elección de un candidato del mismo partido que el presidente que ha pasado ocho años en la Casa Blanca, al que suele castigar cierto cansancio de los votantes.

El fin de semana que el presidente ha pasado en la costa oeste participando en actos de recaudación de fondos es solo el último indicativo de su voluntad de usar el altavoz y el poder de la presidencia y obtener todo el dinero que pueda para conseguir el tercer mandato. Su empeño, no obstante, es sobre todo de mensaje y lleva ya tiempo llenando sus declaraciones de ataques a los republicanos, a los que acusa de estar creando una visión fatalista de la situación de EEUU y de carecer de propuestas constructivas.

Línea continuista

Esa línea argumental la ha adoptado Clinton, a la que se sigue dando como favorita pese al ascenso del más progresista Sanders. Y aunque laexsecretaria de Estado ha roto con Obama en el Acuerdo Transpacífico de libre comercio (que ella ayudó a redactar) y ha apostado por acciones más decididas en Siria -incluyendo el establecimiento de una zona de exclusión aérea-, la sintonía es plena en casi todo lo demás.

Posiblemente no haya una muestra más clara de cómo Obama ha estructurado el debate político en EEUU que la atención que ha prestado a la desigualdad económica. Pese a haberse ganado algunas críticas por no haber hecho suficiente por los negros siendo el primer presidente negro de la historia, conscientemente ha aparcado las políticas raciales para dar prioridad a las económicas destinadas a ayudar a la clase media y baja y con ellas está ayudando más a las minorías más castigadas (como con la reforma sanitaria o la del sistema penal).

Si a ello se le suma la reforma de la inmigración, fundamental para votantes hispanos cada vez más alejados de las posturas conservadoras por el radicalismo instigado por las provocaciones de Donald Trump o por el Tea Party, Obama ha puesto en bandeja que los aspirantes a sucederle hereden los apoyos que le llevaron a la Casa Blanca. Incluso la normalización de relaciones con Cuba tiene efecto electoral. «Es un logro enorme y muy popular y si Marco Rubio acaba siendo el candidato va a tener muy complicado explicar su total oposición», opina el sociólogo Jeffrey Alexander, uno de los muchos que cada vez ven más plausible que el senador de Florida sea el elegido de los conservadores.