La lucha por la Casa Blanca

Romney reanima la carrera

Romney charla con miembros de su equipo en el avión antes de partir de Denver, ayer.

Romney charla con miembros de su equipo en el avión antes de partir de Denver, ayer.

RICARDO MIR DE FRANCIA

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No hay nada que motive más a Mitt Romney que asumir proyectos moribundos y en pleno vuelo, mientras el motor se quema, darles la vuelta para llegar a buen puerto. Eso es lo que ha hecho toda su vida. Lo hizo en los Juegos de Salt Lake City, enturbiados hasta su llegada por la corrupción y los escándalos. Y lo hizo durante dos décadas en Bain Capital, una empresa dedicada a comprar compañías a la deriva para reestructurarlas y venderlas más tarde al mejor postor. Romney es un gestor de emergencias y el miércoles volvió a demostrarlo al resucitar una campaña al borde de la extremaunción.

Nadie esperaba tanto de él en el primer debate presidencial, pero se encontró a un Barack Obama apagado, sin mordiente, a la defensiva e incapaz de encontrar el tono durante los 90 minutos de conversación cruzada. El presidente pidió más tiempo para completar su misión, recurriendo en exceso a su herencia de Bush para justificar los modestos progresos de la economía y sin vender su proyecto con un mínimo de inspiración. Fue como un viejo profesor aburrido de explicar siempre lo mismo.

Los primeros sondeos no dejan lugar a dudas. El 67% de los encuestados por la CNN dio como vencedor a Romney. Solo un 25% apostó por Obama. Y es que de algún modo se cambiaron los roles. Tras meses de anuncios demoledores que han ido dibujando al republicano como un plutócrata insensible a los problemas de la gente y sin estatura presidencial, Romney se arrogó con convicción el papel de protector de la clase media y de las esencias liberales e individualistas del espíritu americano.

Y todo ello cuando el descontento de los conservadores con su campaña y su manera de proceder se había convertido en un guirigay insoportable. «Romney hizo el mejor debate de un candidato republicano en más de dos décadas», escribió en elWeekly Standardel pope de la derecha William Kristol. «Detalló los distintos caminos que enfrenta el electorado y dio la sensación de estar más cómodo, de tener más energía y de ser más presidenciable».

VOLVER A EMPEZAR / La pregunta ahora es si será capaz de aprovechar el probable empujón en las encuestas para recaudar más, reclutar nuevos voluntarios y afianzarse como una verdadera amenaza en los 32 días que quedan de campaña. La impresión generalizada es que tras un mes muy ventajoso para Obama, la contienda vuelve a la casilla de salida.

Pero queda todavía mucha guerra. Y será difícil que Obama vuelva a regalarle otra noche como la vivida en la Universidad de Denver, donde no sacó a colación sus comentarios sobre el 47%, sobre el ataque a la embajada en Libia o sobre sus cuentas en paraísos fiscales. Ni siquiera resultó convincente al tratar de desenmascarar sus planes para privatizar parcialmente la sanidad de los pensionistas o para cuadrar el déficit con unos planes que podrían poner fin a importantes deducciones fiscales para la clase media.

Su principal estratega de campaña, David Axelrod, admitió que de cara a los próximos debates «haremos algunos ajustes» y «evaluaremos cómo utilizar nuestro tiempo». Obama trató de resarcirse ayer mismo con un mitin en Denver en el que acusó al republicano de ocultar sus planes tributarios reales. «Si quieres ser presidente, le debes contar al pueblo estadounidense la verdad. El Romney de anoche no es el verdadero Romney», subrayó.

Romney apareció, de hecho, como un dirigente responsable, con sentido común y visión de futuro. No importa que no explicara sus alternativas a las reformas de Obama que quiere revocar. No le hizo falta. Como en los dibujos animados, el presidente estaba muerto y su alma revoloteaba hacia al cielo como la de un pajarillo atontado.