análisis

Regalo de aniversario para el régimen

Rafael Vilasanjuan

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Hay un error de partida en la manera en la que estamos enfocando la amenaza de Irán. De un tiempo a esta parte solo un asunto nos preocupa, el chantaje nuclear. Miramos al país de los ayatolás desde el recelo que genera el enriquecimiento de uranio y la provocación con la que el Gobierno de Ahmadineyad lo utiliza.

La amenaza ha llevado a que países emergentes como Brasil y Turquía asuman riesgos de mediación a cambio de un lugar estratégico en la nueva construcción del orden internacional. En contra de esta iniciativa EEUU ha tenido que empeñar toda su fuerza diplomática para aprobar nuevas sanciones en el Consejo de Seguridad de la ONU, esta vez avaladas por Rusia y China a cambio de suavizarlas.

Todo en Irán gira alrededor de la cuestión nuclear. Cuando se cumple un año de las elecciones más disputadas y controvertidas de la historia reciente del país, si nos detenemos a reflexionar, comprobaremos que la amenaza nuclear ha silenciado las protestas masivas en la calle y oculta la violencia, la tortura y las ejecuciones políticas, con las que se viene reprimiendo a la oposición. Pero no solo eso, la escalada nuclear es lo único que todavía permite al Gobierno aplacar el malestar de un país con una economía con serios problemas a pesar de los ingresos y el crédito que generan el petróleo y el gas. El chantaje arroja saldo positivo para los guardianes de la revolución, con Ahmadineyad y el líder supremo Alí Jamenei a la cabeza.

Todos los demás perdemos, aunque para ser precisos de momento no somos nosotros quienes pagamos las principales consecuencias, sino los propios iranís. ¿Dónde está el error? Probablemente en jugar a esta estrategia contra el mundo que Ahmadineyad ha tejido para mantener el poder que una mayoría de sus ciudadanos le niega.

Y es que lo único que todavía hoy mantienen en común el régimen y la oposición es que ambos consideran legítimo el derecho a enriquecer uranio en un país –entre Irak y Afganistán– cercado a ambos lados de la frontera por tropas occidentales y rodeado de aliados americanos, como Israel o Pakistán, que además tienen acceso al arma nuclear.

En un país donde más de la mitad de la población es menor de 25 años y no ha conocido otro régimen, el ruido nuclear es el aceite que engrasa la correa del poder opresor y le permite mantener el silencio de amplios sectores de la sociedad, en especial de la juventud urbana, mujeres e intelectuales que reclaman mas libertad. Por eso, aunque las sanciones sean tal vez la única vía, en este momento son también el mejor regalo de aniversario que podía recibir Ahmadineyad.