David Simon

El oráculo de Baltimore

El creador de la mítica serie 'The Wire' se ha erigido en altavoz ciudadano en medio del conflicto racial

David Simon (Washington, 1960), retratado en una de las calles de Baltimore donde transcurre 'The Wire'.

David Simon (Washington, 1960), retratado en una de las calles de Baltimore donde transcurre 'The Wire'.

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David Simon nunca pensó que pronunciaría el nombre de Donnie Andrews en la Casa Blanca. Andrews vivía en West Baltimore «la vida de la calle, dura»; durante años robó a traficantes de droga y camellos y acabó pasando lo que el reportero del Baltimore Sun entre 1982 y 1995, escritor y creador de The Wire califica de «merecidos» 17 años en prisión.

La historia de Andrews, la inspiración para el personaje de Omar en la serie de culto, no acaba ahí: al salir de la cárcel le quedaba el intento de reintegrarse, la misión imposible por la losa de su historial de criminal y asesino convicto: sin derecho a voto, vetado de la vida comunitaria en un mundo de familias ya rotas...

«Multiplique eso por cientos de miles de vidas que han sido desconectadas y no tienen un canal para volver...». A quien Simon pedía el ejercicio de una matemática sociológica tan dolorosa y dura como auténtica era a Barack Obama. Lo hacía hace poco más de un mes, antes de que estallaran protestas y revueltas por la muerte en Baltimore del joven negro Freddie Gray, herido de muerte cuando estaba bajo custodia, el último caso en EEUU que apesta a brutalidad policial contra los negros.

Reunión con Obama

El propio presidente -confeso fan de The Wire y del personaje de Omar- le había invitado a mantener una conversación, colgada en la web de la Casa Blanca. Y quería hablar no solo sobre la serie -que también-, sino ante todo sobre muchos de los temas a los que esta apuntó: la desintegración de la estructura social en el corazón urbano de Baltimore (extrapolable -como ha recordado muchas veces Simon- a cualquier urbe de EEUU golpeada por la desindustrialización y la desigualdad que genera «el capitalismo salvaje»), los devastadores efectos de la fracasada «guerra contra las drogas», la espiral de encarcelamientos que Obama sabe que afectan «desproporcionadamente a negros y latinos» y que se ha propuesto reducir con una ansiada pero aún utópica reforma del sistema penal, el peligroso círculo vicioso de un sistema educativo que deja a demasiados atrás...

Todo eso y más Simon lo abordó con una precisión quirúrgica, sin miedo a ser cuestionado por el pesimismo del retrato -y lo fue-, en las cinco temporadas de The Wire, emitidas entre el 2002 y el 2008. Y ese recorrido por el mundo de la droga, los empleos que se desvanecen, la corrupción de políticos que cocinan datos para intentar avanzar en su carrera, el fracasado sistema escolar y la prensa elevaron a una perfección más compleja y ambiciosa lo que ya había empezado a retratar los 13 años que fue reportero del Sun y en los libros The corner Homicide, previos a The Wire y que también adaptó para televisión.

Espionaje abusivo

Con su certera mirada puesta también en el uso y abuso del espionaje por parte de las fuerzas del orden (su toque de alerta, desatendido hace 10 años, volvió como una premonición cuando Edward Snowden desveló los sucios secretos de la Agencia de Seguridad Nacional), Simon ha sido convertido en gurú, le llaman el «Papa de la política urbana» y es visto como la voz oficial de referencia sobre Baltimore y, como demuestra la invitación de Obama, más allá.

Curso en Harvard

Harvard, por ejemplo, incluyó el estudio de The Wire en un curso sobre desigualdad en el 2010 y, al argumentar su decisión, explicaron que la serie «es ficción pero fuerza a confrontar realidades sociales de forma más efectiva que ninguna otra producción mediática en la era de la llamada televisión realidad». «Como en la vida real -añadieron-, los problemas quedan sin resolver y el ciclo se repite conforme las desventajas se van enraizando».

 

Diseñado para 30 alumnos, el primer día del curso se presentaron 120, uno de los testamentos del éxito de una serie de la que alguna vez Simon ha lamentado que nunca alcanzara a una audiencia masiva, pero cuya influencia se ha demostrado con su omnipresencia hoy en muchos artículos sobre lo que está sucediendo en Baltimore.

Hay quien cree, no obstante, que aunque no fuera la intención de Simon y aunque creara una obra maestra, ha dado también un instrumento para que muchos espectadores creyeran que conocen la dura realidad, se den por satisfechos y no hayan hecho nada para cambiarla. «Es arte vital, necesario, profundamente sentido, pero también es turismo-escribía el editor de cultura del portal Vox, Todd VanDerWeff -. Ver (en la vida real) a un hombre morir bajo custodia, la erupción de violencia, la ciudad arder (...) nos hace preguntarnos, siquiera por un breve momento, qué estábamos viendo y disfrutando todos esos años»