Occidente e Irán logran un pacto crucial sobre la disputa nuclear
In extremis y de madrugada, las grandes potencias mundiales e Irán sellaron en Ginebra un acuerdo histórico temporal para frenar el programa nuclear iraní como antesala de un pacto permanente que se cerrará dentro de seis meses. El acuerdo supondrá la congelación del programa iraní a cambio de que se suavicen las sanciones internacionales contra Teherán. Es el primer pacto en más de una década de confrontación por la cuestión nuclear y fue recibido con alivio por buena parte de la comunidad internacional. Para Israel, sin embargo, constituye «un error histórico».
Tras cinco días de maratón negociador, la jefa de la diplomacia de la Unión Europea (UE), Catherine Ashton, anunció ayer en el Palacio de las Naciones, sede de la ONU en Ginebra, que las seis potencias que negocian con Irán -el grupo 5+1 (Francia, Reino Unido, EEUU, Rusia y China, más Alemania)- habían llegado a «un acuerdo sobre un plan de acción» con Teherán. Ashton, arropada por los ministros de Exteriores de las potencias y de Irán, se fundió en un fuerte abrazo con el secretario de Estado de EEUU, John Kerry.
Las dos partes interpretaron el pacto según su conveniencia. Para Irán, recoge su derecho a enriquecer uranio, pero para Kerry, no lo reconoce de manera tácita ni implícita. «El logro central es que los derechos a enriquecer en suelo iraní han sido reconocidos por las naciones», manifestó el presidente iraní, Hasán Rohani, y prometió que «el enriquecimiento continuará como en el pasado». Kerry contrarrestó estas afirmaciones: «Está claro en el Tratado de No Proliferación (TNP) que no hay derecho a enriquecer. Pero bajo los términos de este acuerdo, habrá una negociación sobre si [los iranís] pueden o no tener un programa muy limitado, completamente verificable y extraordinariamente restringido», aseguró.
FINES PACÍFICOS / El texto del pacto no reconoce explícitamente el derecho a enriquecer uranio, pero sí a desarrollar «la energía nuclear con fines pacíficos» y siguiendo el TNP, del que Teherán es firmante. La cuestión del enriquecimiento de uranio es la que más preocupa a los países europeos, EEUU e Israel, que temen que Irán utilice este elemento para fabricar bombas nucleares.
Kerry explicó que los iranís aceptaron «suspender el enriquecimiento de uranio por encima del 5%» (un nivel insuficiente para la bomba atómica) y «no aumentarán sus reservas del 3,5% o uranio enriquecido a bajo nivel» en seis meses. En cuanto a los 200 kilos de uranio al 20% que posee Irán, serán eliminados en este plazo. Para verificar el cumplimiento de estos puntos, se pondrán en marcha mecanismos de control «sin precedentes» del programa nuclear iraní, con «accesos diarios» a todas las instalaciones nucleares.
Kerry anunció que estas concesiones de Irán tendrán como contrapartida un alivio de las sanciones económicas, aunque «de forma limitada y reversible». Irán podrá repatriar 4.200 millones de dólares de exportaciones de petróleo bloqueados en bancos extranjeros y obtener 1.500 millones de dólares adicionales por otras exportaciones.
Kerry intentó tranquilizar a los dirigentes israelís, y afirmó que el acuerdo «hará a Israel más seguro». «No hay ni la más mínima diferencia entre EEUU e Israel por lo que respecta a su objetivo de que Irán no obtenga la bomba nuclear», subrayó.
Pero ni sus palabras ni las llamadas del presidente de EEUU, Barack Obama, consiguieron calmar los ánimos del primer ministro israelí, Binyamin Netanyahu. «Lo que se ha conseguido en Ginebra no es un acuerdo histórico sino un error histórico (…) Israel no está obligado por este pacto. El régimen iraní está entregado a la destrucción de Israel y tenemos derecho y obligación de defendernos (…) Israel no permitirá que Irán desarrolle capacidades nucleares militares», añadió.
El ministro británico de Asuntos Exteriores, William Hague, consideró que las preocupaciones de los israelís son «legítimas». Hague fue uno de los firmantes del acuerdo en Ginebra, calificado por el presidente ruso, Vladímir Putin, de «paso decisivo, aunque solo el primero en un largo y complejo camino».
El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, expresó su satisfacción por el acuerdo y pidió que se haga «todo lo posible» para extenderlo. España consideró que el pacto «supone un importante avance hacia la normalización» de las relaciones con Irán.
Entre los países árabes, hubo reacciones de Egipto, Siria e Irak, que calificaron el acuerdo de «satisfactorio». En cambio, las autoridades de Arabia Saudí, aliado de EEUU, gran rival de Irán en la región y, junto a Israel, el país más contrario al programa nuclear iraní, permaneció en silencio.
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