Kim Jong-il, despedido con un funeral grandioso

La atención global giró ayer hacia un pequeño y empobrecido país del este de Asia que no suele decepcionar las raras veces que se sabe bajos los focos. Ceremonias como el funeral del tirano Kim Jong -il, con la conocida liturgia de duelos histéricos, desfiles de la soldadesca con exactitud milimétrica y demás escenas inverosímiles, solo se despachan ya en Corea del Norte. Su reputación eremita, prehistórica y excéntrica se sustenta en días como ayer.

El desfile del cadáver de Kim Jong-il fue el plato fuerte de las exequias que duran desde que murió, el 17 de diciembre. El acto se alargó durante dos horas y media y 40 kilómetros que incluyeron buena parte de los lugares icónicos de la demencial ideología Juche (autosuficiencia) de su padre y fundador de la estirpe, Kim il Sung. El cortejo iba encabezado por una limusina con un gran retrato del finado y otra con una corona blanca. Después circulaba el vehículo que portaba el cadáver sobre un manto de crisantemos blancos, el color del luto norcoreano.

La redondeada figura del heredero, Kim Jong-Un, cubrió los primeros metros a pie, asido al coche con una mano y saludando con la otra. Decenas de coches civiles y militares completaron la comitiva.

Ni siquiera la copiosa nieve arruinó el acto, aunque sí lo retrasó cuatro horas. Las inclemencias fueron utilizadas por la propaganda para subrayar el carácter semidivino de Kim Jong-il, a quien se le atribuyó la capacidad de dirigir el clima.

RELATO MITOLÓGICO/ La nieve engorda el relato mitológico sobre su muerte, que ya incluía un cielo rojo intenso sobre el sagrado Monte Paektu o la ruptura del hielo sobre el lago minutos antes de sufrir el ataque al corazón. «¿Cómo no va a llorar el cielo? La gente ya está llorando lágrimas de sangre», dijo un soldado a la televisión estatal, la única que distribuyó imágenes.

«Esta nieve blanca me ha hecho recordar todos los esfuerzos del general y se me han llenado los ojos de lágrimas», dijo otro. «Deseé que sólo fuera una pesadilla. ¿Cómo puede ser esto cierto?», se preguntó un tercero. Las masas gritaban «padre, padre» al paso del féretro acristalado de Kim Jong-il.

La televisión mostró a recios soldados compartiendo plañidos con jubilados y estudiantes, a guardias de seguridad conteniendo a duras penas a los que pretendían acercarse por última vez a quien les ha condenado al hambre, la represión y la pobreza. El duelo es el corolario del éxito del aparato propagandístico norcoreano. Sobre la sinceridad o no de los lloros se ha debatido mucho estos días, sin que nada trascienda de las especulaciones.

La comitiva regresó al Palacio Kumsusan. La llegada al país del habitual equipo de embalsamadores rusos apuntala la teoría de que Kim Jong-il yacerá junto a su padre en el citado palacio. El proceso cuesta 800.000 euros, más una puesta a punto anual de otros 650.000 euros.

Más allá del lucimiento norcoreano, el funeral servirá para que los estudiosos del rincón más hermético del mundo acumulen material para conjeturar durante meses. Jang Song-taek, vicepresidente del poderoso Comité de Defensa Nacional, acompañó el féretro después de Kim Jong-un, lo que parece confirmarlo como la segunda persona más importante del país y demuestra que tiene la confianza del heredero.

LOS HERMANOS / Por el contrario, la televisión no mostró ninguna imagen de los dos hermanos de Kim Jong-un, perdedores en la carrera sucesoria, lo que descartaría que vayan a tener papeles influyentes. Sí se vio a Kim Ok, antigua secretaria de Kim Jong-il y su eterna acompañante, en una fila para darle el pésame junto al resto de civiles. La falta de tratamiento especial aventura que sus días de gloria en palacio han quedado atrás.