POLÉMICA EN FRANCIA

Incertidumbre en la 'jungla' de Calais

Agentes de seguridad patrullan el campamento conocido como la 'jungla' de Calais que fue desmantelado.

Agentes de seguridad patrullan el campamento conocido como la 'jungla' de Calais que fue desmantelado. / periodico

EVA CANTÓN / CALAIS

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La espada de Damocles de la evacuación sigue pesando sobre la zona sur de la llamada ‘jungla’ de Calais donde viven entre 800 y 1.000 refugiados, según las cifras oficiales, aunque las asociaciones hablan de 3.450 migrantes, muchos de los cuales mantienen vivo el sueño de alcanzar la otra orilla del Canal de la Mancha. Para otros, en cambio, las esperanzas se desvanecen a medida que aumentan las dificultades para llegar al Reino Unido y se deciden a solicitar el asilo en Francia.

Todos viven en una situación de incertidumbre, agravada por la intención de la Prefectura regional de desmantelar esta semana el campamento en el que, si bien las condiciones higiénicas distan mucho de ser ideales, se nota cierto aire de pueblo, con su escuela, sus peluquerías, sus restaurantes afganos, su iglesia, su mezquita, su centro juvenil, su puesto de primeros auxilios, su local de asesoramiento legal y hasta un hotel donde sirven desayuno inglés.

El ambiente en la ‘jungla’ no era este martes especialmente tenso pese a un ultimátum fijado para las 20.00 horas, que finalmente no se ha cumplido al haberse retrasado la decisión judicial que el Estado necesita para seguir adelante con su plan.

El Gobierno quiere terminar con el campamento y repartir a los refugiados en un centenar de centros de acogida temporal repartidos por todo el territorio galo. Pero no lo tiene fácil. Algunos se resisten a dejar Calais porque no quieren alejarse de su destino final (Reino Unido, en su mayoría). Otros porque prefieren esperar a que su situación legal se aclare en un ambiente más libre, donde pueden llevar una vida casi normal, algo que no ocurre en el recinto vallado donde se han instalado 125 contenedores para acoger a 1.500 personas.

“No quieren que se les obligue a moverse de esta parte del campo porque hay muchas zonas comunes y los contenedores sólo tienen camas. Es una zona dormitorio y tienen la sensación de verse separados del resto del campo por una verja. Aunque las condiciones aquí son peores, su vida es mejor porque se sienten más libres”, cuenta Dany Ghailan, voluntario de Hummingbird, asociación británica que tiene en Calais un espacio dedicado a primeros auxilios.

UNA SOLUCIÓN DEFINITIVA

Las oenegés acusan al Gobierno de no ofrecer a los inmigrantes una solución definitiva. “Es un periodo un poco inestable. Hace un año, cuando se desmanteló la antigua 'jungla’ se les dijo que podían instalarse aquí y se pidió a las asociaciones que les ayudasen a trasladarse. Ahora se les quiere volver a echar y se vuelve a pedir ayuda a las asociaciones. Volvemos a la casilla de salida”, se queja un miembro de ‘L’Auberge des Migrants’.  

Isabel, una profesora española de 23 años que ha decidido pasar estos días de vacaciones atendiendo a los alumnos de la “La escuela laica del camino de las dunas”, una modesta escuela en plena ‘jungla’ cree que no se puede destruir el campamento si dar a los migrantes una alternativa.

“No es que no se quieran ir, es que no se les da una solución segura. Hay familias que llevan viajando cuatro, seis meses, desde Irak, Irán, Libia, Siria o Sudán, que llegan aquí con sus niños…”, relata la cooperante. Alí, un afgano de 28 años que fue devuelto a Jalalabad en el 2012 por las autoridades británicas ha vuelto a Calais tras sufrir tres años el terror de los talibán y de Daesh. Pero ahora se iría a cualquier sitio donde le ofrecieran una casa.

“Mi vida es mejor aquí que en mi país, pero no me gusta el campo. Si viene la policía me iré a cualquier sitio sin problema. A Alemania, a Bélgica, a cualquier sitio”, dice. Otro afgano, Jahan, de 23 años, ha aceptado la oferta del Gobierno francés y espera con ropa limpia y una mochila nueva la llegada del autobús que le llevará a un centro de acogida de Marsella.