VIOLENCIA EN EL NORTE DE IRAK
Horror en la montaña
Exhaustos y aterrorizados, muchos de los yazidís del norte de Irak que deambulan por la ciudad kurda de Dohuk después de escapar de la trampa mortal del Estado Islámico (EI) en el monte Sinjar, rememoran la agonía de dejar a parientes en la montaña.
Dakheel, de 64 años, un pastor que huyó con algunos familiares hacia los rocosos barrancos en los alrededores de Sinjar, dejó a su madre, de 95 años, e inició el extenuante y arriesgado camino hacia la salvación. «Dejé a mi madre en la montaña en una cueva. Ella dijo: 'quiero quedarme; iros, salvaos».
Él y otros varios miles de personas huyeron en los últimos días descendiendo por el lado oeste de la montaña, atravesando la seca planicie hacia la frontera siria y viajando después hacia el norte para cruzar de nuevo a la región kurda de Irak libre de los pistoleros del Estado Islámico.
Los yazidís son solo una de las comunidades que huyen de sus aldeas ante el avance del Estado Islámico. Para algunos de los que huyeron del monte Sinjar, ayudados por peshmergas kurdos ligeramente armados y por algunos guardas yazidís, los lanzamientos desde el aire de comida y agua por parte de EEUU en los últimos días llegaron demasiado tarde.
La pesadilla
Los supervivientes que alcanzaron Dohuk explicaron el pasado lunes que para la gente de Sinjar la pesadilla comenzó cuando las fuerzas del Estado Islámico bombardearon la localidad a principios de la semana pasada y erradicaron a los combatientes kurdos, enviando a miles de personas al éxodo por el camino hacia la montaña. Pero no era un refugio seguro.
«Cuando subíamos la montaña, los francotiradores nos disparaban. Las chicas jóvenes se tiraban desde lo alto de la montaña», afirma Jalaf Hajji, que trabajaba en la escuela. «Hemos perdido toda nuestra fe en Irak. Tienen a centenares de nuestras mujeres».
Solo disponían de la poca comida, agua y medicamentos que la gente pudo llevarse, y ninguna sombra donde protegerse de un sol abrasador.
«En la montaña, más de 30 personas murieron de hambre. Retrocedimos 100 años en esa montaña», afirma Mural, un policía. Se acuerda de cómo un hombre llegó a estar tan desesperado que mató a sus cinco hermanas y después se suicidó para escapar de la agonía.
A pesar de la situación miserable en la montaña, decenas de miles buscan aún refugio allí, conscientes de la amenaza mortal que representan los yihadistas.
Dedos cortados
Mural, el policía, afirma que los extremistas que tomaron Sinjar, frustrados porque no podían sacar los anillos de los dedos de las mujeres, a algunas se los cortaron.
El ministro iraquí de derechos humanos, Mohamed Shiva al Sudani, afirmó en Bagdad que los combatientes del Estado Islámico, que ven a los yazidís como «adoradores del diablo», mataron a al menos 500 de ellos la semana pasada.
Según el citado ministro, algunas víctimas, incluidas mujeres y niños, fueron enterradas vivas y unas 300 mujeres fueron secuestradas para ser convertidas en esclavas.
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