EEUU aclama como héroe al piloto del río Hudson

Chesley Sullenberger, Sully, llamó el jueves por la tarde a su esposa Lori por teléfono desde Nueva York a Danville (California), donde viven con sus dos hijas. El expiloto de las Fuerzas Aéreas de EEUU, un hombre de 57 años que en los últimos 29 ha trabajado pilotando aviones para US Airways, hablaba con algunos de los trazos que le definen: calma, control, profesionalidad... Empezó a describir un "incidente". Y aunque ella pensó inicialmente que se había tratado de algo "sin importancia", pronto acabó temblando.

Su marido acababa de amerizar en las gélidas aguas del Hudson, el río que separa Manhattan de Nueva Jersey, con un Airbus A320, un avión comercial de 81 toneladas en el que viajaban 150 pasajeros y otros cuatro tripulantes, en una maniobra de emergencia. Nadie había perdido la vida, un hito sin precedentes en los siniestros similares de grandes aviones comerciales en cinco décadas.

El vuelo 1549 de US Airways que debía volar entre La Guardia y Charlotte (Carolina del Norte) acababa de entrar en la historia. Y él se había convertido en un héroe.

"Ernest Hemingway definió una vez el heroísmo como calma ante la presión, y creo que es justo afirmar que el capitán Sullenberger desplegó indudablemente eso", proclamó ayer el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, en una rueda de prensa en el ayuntamiento en la que anunció que entregará las llaves de la ciudad al piloto y a los otros cuatro tripulantes.

SILENCIO POR LA INVESTIGACIÓN

Sullenberger no podrá hablar con los medios de comunicación hasta que se complete el trabajo del Consejo Nacional de Seguridad en el Transporte. Este organismo, con el que él había colaborado en el pasado en la investigación de otros accidentes, debe determinar las causas exactas del siniestro del jueves, que inicialmente parece que fue provocado por la colisión con una bandada de pájaros. Pero el retrato de sus acciones se puede esbozar ya gracias a los testimonios de los pasajeros y a las declaraciones de los primeros participantes en el rescate y de ciudadanos que el jueves por la noche vieron de cerca el ya bautizado como milagro en el Hudson. Y también a las revelaciones de quienes le conocen.

El alcalde Bloomberg, que habló con él tras el incidente, fue quien informó de que después de lograr posar la nave sobre el agua y coronar la evacuación, Sullenberger dio dos paseos por la cabina vacía para cerciorarse de que no quedaba nadie en el interior. Un miembro de los equipos de rescate que se cruzó con él quedó marcado por su compostura. "Se le veía inmaculado, como David Niven en un uniforme de aviación, nada alterado", declaró. También un policía que lo vio quedó impresionado: "Estaba sentado en la terminal del ferri, con su gorra, bebiendo su café, como si nada hubiera pasado".

Quienes le conocen, como Jim Walberg, han asegurado en declaraciones a medios que se trata de "un hombre muy humilde. La etiqueta de héroe --opinaba este amigo de los Sullenberger-- no es algo que vaya a aceptar con facilidad".

A lo que Sullenberger se ha dedicado en cuerpo y alma durante su vida es a la seguridad. Y es que, además de piloto, es fundador de Safety Reliability Methods, una empresa que, según anuncia en su web, aplica a diversos campos los últimos avances en seguridad, metodología y confianza para organizaciones "creando un sistema robusto y poco dado a los errores que beneficia significativamente la consecución de objetivos".

Asimismo, Sullenberger, que recientemente había iniciado también una colaboración con la Universidad de California como "experto visitante", ha trabajado con la Administración Federal de Aviación y con científicos de la NASA, con los que firmó un documento sobre contextos que inducen al error en aviación. En su currículo aparece, además, el desarrollo de un curso sobre gestión de recursos de tripulación que usa su aerolínea.

RELATOS DEL 'MILAGRO'

Sea lo que sea Sullenberg en la profesión, para 150 personas es, desde el jueves, algo más. "Si no fuera por él no estaría aquí", decía ayer Mary Berkwits, que fue una de los pasajeros que al evacuar la nave se quedaron sobre las alas. "Nos estábamos hundiendo poco a poco, y el agua estaba muy fría --le relató a The New York Times--. Intentábamos mantenernos lo más calientes posible abrazándonos unos a otros".

Menos de 24 horas después del accidente, Berkwits se disponía a subirse a otro avión para regresar a Carolina del Norte. Otros lo habían hecho incluso el mismo jueves, como Vince Spera. "Lo más importante es la familia", explicaba ante las cámaras de CNN este joven, que superó cualquier posible choque emocional o miedo y se montó en un avión siete horas después de haber sido rescatado.

Con la calma que solo puede dar un final feliz, podían seguir maravillándose. La inmensa mayoría, por ejemplo, no se pusieron los chalecos salvavidas antes de abandonar la cabina. Tuvieron suerte de que los barcos y ferris que cruzan el Hudson como taxis acuáticos estaban cerca. También de que el avión no se hundió. Con el agua cerca de los cero grados, solo unos minutos podrían haber sido fatales.