Editoriales

La compleja reconciliación de Chile

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Chile conmemora el 40º aniversario, mañana, 11 de septiembre, del golpe de Estado dado por el general Augusto Pinochet contra el presidente constitucional Salvador Allende. Cuatro décadas pueden ser un tiempo excesivo, particularmente para los familiares de las víctimas que todavía no saben qué pasó con sus seres queridos o dónde están sus restos. De las más de 3.000 víctimas mortales de aquel golpe, se cuentan 1.200 desaparecidos y es de justicia que sus allegados conozcan su paradero para devolverles la dignidad que les arrebataron unos militares felones que contaron con el apoyo político de Richard Nixon y de su secretario de Estado, Henry Kissinger, y también con el respaldo financiero y logístico de la CIA.

Desde que en 1988, en un plebiscito, los chilenos le negaron un nuevo mandato al golpista  Pinochet, Chile ha emprendido el camino de la democracia pese a la atenta mirada de un Ejército y de una derecha abiertamente pinochetista dispuesta hasta hace poco a volver a la calle con las cacerolas con las que empezaron a socavar en el lejano 1973 el Gobierno democrático de Allende. Hoy, parte de aquella derecha está en el poder después de haber renunciado a la nostalgia del pinochetismo y tras revisar su pasado. En este 40º aniversario, por ejemplo, los representantes de los magistrados del país acaban de reconocer las graves acciones y omisiones en que ellos mismos incurrieron durante el golpe y la dictadura posterior.

Aun así, cuesta declinar juntas las palabras perdón, reconciliación o justicia, y en  la sociedad chilena sigue habiendo polarización. La reconciliación es un gesto que necesita de la voluntad de las dos partes, pero difícilmente puede haber perdón sin que antes haya habido justicia, y su ausencia en tantos casos es lo que entorpece la superación del doloroso y terrible pasado.

Un ejemplo de esta polarización se verá en las próximas elecciones presidenciales de noviembre. Por el centroizquierda se presenta Michelle Bachelet, que ya ocupó la jefatura del Estado entre el 2006 y el 2010. Por la derecha lo hace Evelyn Matthei. Ambas son hijas de militares y de niñas eran amigas porque coincidieron en los cuarteles del Ejército. El padre de la primera se mantuvo fiel a la legitimidad constitucional y fue víctima de las torturas infligidas por los golpistas. El de la segunda fue miembro de la Junta Militar. La contienda electoral podrá ser la ocasión de cerrar heridas o, por el contrario, de ahondarlas.