CRÓNICA DESDE ROMA

El Coliseo en llamas (virtuales)

ROSSEND DOMÈNECH

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En las últimas tres noches el centro de Roma se ha colapsado por la cantidad de romanos que, a bordo de sus vehículos, corrieron a ver el Coliseo en llamas. En el año 64, cuando a Nerón se le incendió Roma, o, según otras versiones, la mandó incendiar para especular después sobre los terrenos quemados (en ellos levantó la célebre Domus Aurea, en cuyas ruinas hoy duermen inmigrantes sin papeles), la gente huyó despavorida. Esta vez acudieron en masa para ver cómo las llamas devoraban el interior del anfiteatro de los Flavio y el fuego asomaba incluso por las ventanas arcadas, amenazando a los cuatro pinos y encinas que le rodean. Fue perfecto, más real que la realidad, falso.

Los creativos Thyra Hilden y Pío Díaz se divierten, con técnicas virtuales, incendiando iglesias, museos y monumentos, para sensibilizar de la provisionalidad de las construcciones humanas. Incendiar el Coliseo no era el mismo desafío que prender fuego al Louvre o a la puerta de Brandeburgo. En el imaginario popular,el monumento de Roma puede resultar más simbólico sobre la herencia cultural de los tiempos que un museo. Escribía en el siglo VIII el venerable Bea que «mientras exista el Coliseo existirá Roma, cuando caiga el Coliseo, caerá Roma y cuando Roma caiga también el mundo caerá».

Además del síndrome de Stendhal (un empacho de belleza que desmaya), existen otros, como el Coliseo demuestra. No se explica si no que a una señora austriaca le pillasen hace poco con un canto de ocho kilos en el bolso, sacado de los Foros Imperiales y a un norteamericano con un cacho de Coliseo en el bolsillo. «Ya no se contentan con comprar una reproducción en plástico, sino que quieren un fragmento real», lamentan en Bellas Artes.

En los últimos años, los municipales de la capital han cazado a varios turistas que, con la complicidad de la noche, martilleaban las paredes del famoso anfiteatro. Nada que ver, claro, con las expoliaciones legales, como la autorización de un Papa para que los romanos saquearan el Coliseo, como si fuese una cantera, en busca de materiales para levantar los palacios barrocos y el monumento se quedase a medio desmontar, como aparece ahora.

«¡Parece de verdad!», comentaba un grupo de curiosos en una de estas noches de incendios virtuales. «¿Qué sucedería si se quemase de verdad?», se preguntaban, sin caer en que el Coliseo es de piedra y mármoles incombustibles. «Nunca había estado aquí de noche», admitían. Lo que tal vez con las llamas querían precisamente Thyra Hilden y Pío Díaz.