La carrera armamentística de Corea del Norte sufre un nuevo fracaso

Un misil de prueba de medio alcance explota en su fase inicial cuando iba a ser disparado

KCNA file picture shows North Korean leader Kim Jong Un looking at a rocket warhead tip after a simulated test of atmospheric re-entry of a ballistic missile

KCNA file picture shows North Korean leader Kim Jong Un looking at a rocket warhead tip after a simulated test of atmospheric re-entry of a ballistic missile / CX/TC/KR/yh

ADRIÁN FONCILLAS / PEKÍN

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El cuarto lanzamiento de un misil norcoreano de media distancia no deparó sorpresas. La casuística permite apostar por el fracaso cuando se trata de un Musudan. Las informaciones son confusas porque el altavoz propagandístico norcoreano es tan fragoroso en los puntuales éxitos como discreto en los rutinarios descalabros.

Se sabe que el lanzamiento se produjo a las 5.20 AM (hora local) en Wonsan (provincia de Gangwon) frente al Mar de Japón. Ni los satélites surcoreanos ni los estadounidenses tuvieron tiempo a discernir la dirección, lo que habla de una explosión prematura. Quizá incluso en la lanzadera.

En un fracaso anterior se había detectado una enorme bola de fuego que habría matado a los operarios y soldados sobre el terreno, según los expertos. No cuesta imaginar su miedo antes de apretar el botón de un misil sin carga; es sádico imaginar si algún día tienen que poner en vuelo uno con ojiva. La realidad del programa balístico norcoreano es esa: hoy es más peligroso para la población local que para los estadounidenses o surcoreanos.

Las agencias apuntan que el proyectil se trataba de un Musudan, un misil de medio alcance evolucionado del R-27 soviético. Corea del Norte lo enseñó en un desfile militar de 2010 y hoy tendría una cincuentena. Su alcance teórico de 4.000 kilómetros bastaría para golpear Japón, Corea del Sur y las bases estadounidenses del Pacífico.

Pero la teoría suele reñir con la práctica en el programa armamentista norcoreano. Los tres lanzados en abril también explotaron o se hundieron tras un vuelo gallináceo. Pyongyang pretendía aliñar su histórico Congreso del Partido de los Trabajadores con misiles y su discurso de potencia militar quedó algo deslucido.

El Musudan es diferente del resto del arsenal norcoreano, señala David Wright, experto nuclear y codirector de la Unión de Científicos Concienciados. “Tiene un propulsor más potente. Además, su motor es más complicado (…) Eso incrementa la complejidad del diseño interno del misil. Otra diferencia es que se cree que Corea del Norte recibió asistencia de ingenieros soviéticos en el desarrollo de los misiles Scud y Norong, pero quizá no la tuvieron con los Musudan”, señala por email.

Markus Schiller, ingeniero aeroespacial y experto en el programa norcoreano, subraya que el mundo habla sin evidencias de un Musudan cuando sólo es una de las tres hipótesis. La primera, un Musudan basado en el R-27 soviético, plantea la dificultad de que su predecesor estaba pensado para ser lanzado desde submarinos y la compatibilidad es complicada.

La segunda, un Musudan de desarrollo nacional como el que “atemoriza a la prensa occidental”, es sólo tecnología antigua en un nuevo armazón que no plantearía peligro ni siquiera si uno de esos lanzamientos de cara a la galería fuese un éxito. Y la tercera se trataría de los aún más modestos Scud o Nodong, cuyo fracaso se habría debido a cambios introducidos o al envejecimiento del arsenal. “Hay diferentes opciones de lo que podría haber pasado, y ninguna de ellas es peligrosa por el momento”, añade por email.

PERCEPCIÓN DISTORSIONADA DE LA AMENAZA

Schiller no es el único experto en considerar exagerado el terror a Corea del Norte y aconsejar al mundo que ignore sus aspavientos por ser puramente políticos. Un misil de largo alcance con una ojiva nuclear golpeando Estados Unidos se antoja quimérico cuando los de medio alcance vacíos no aguantan más de varios segundo en el aire.

Los alardes armamentistas norcoreanos exigen un acto de fe notable. Sólo convencen a Estados Unidos, necesitado de una excusa para justificar su presencia militar creciente en una zona donde se juega la primacía global con China. Los últimos desmanes norcoreanos le han permitido convencer a Seúl tras décadas de insistencia de que le permita colocar su escudo antimisiles THAAD en su territorio. El interés mutuo de Pyongyang y Washington por exagerar la amenaza ha distorsionado la percepción global. Tampoco ayuda la intervención de politólogos o periodistas en un asunto científico.

Los expertos dudan de muchos de los éxitos que reclama Corea del Norte. Pyongyang aseguró haber utilizado una bomba termonuclear en su último ensayo nuclear de febrero, lo que supondría un avance decisivo respecto a los tres anteriores. Pero las mediciones internacionales apenas registraron unos 15 kilotones, una décima parte de lo esperado. Pyongyang hasta ahora sólo ha explotado bombas nucleares en su territorio y las posibilidades de que lo haga en ajenos son remotas.

Tampoco el misil que puso en órbita un satélite en febrero impresiona a los expertos a pesar de que sea interpretado como un ensayo de la tecnología para enviar una carga nuclear a cualquier punto del planeta. Faltarían aún los pasos más complejos. Por un lado, miniaturizar la ojiva. Y por otro, un misil fiable que no sólo suba a la atmósfera sino que baje. “Los misiles balísticos tienen una tecnología complicada, así que no sorprende las dificultades de Corea del Norte”, recuerda Wright.

Los vídeos propagandísticos norcoreanos que muestran Seúl y Washington envueltos en llamas tras ser atacados por misiles son, señalan los expertos, sólo ciencia ficción.