LA HISTORIA DE UN ASESINO PROFESIONAL EN LA GUERRA DE IRAK

255 tiros letales

Chris Kyle es el francotirador más mortífero de la historia militar de EEUU. En cinco años en Irak, dice haber liquidado a 255 personas, 160 de ellas confirmadas por el Pentágono. Lo cuenta en un libro, tras dejar las fuerzas especiales para salvar su matrimonio.

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POR RICARDO MIR DE FRANCIA

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Desde el tejado de un edificio desvencijado a las afueras de un pueblo iraquí, Chris Kyle observó por la mira telescópica de su fusil. Todo parecía en calma. Una mujer y dos niños, hojas vapuleadas por el viento, olor a alcantarilla,«el hedor de Irak al que nunca me acostumbré».Se acercaban unos marines cuando Kyle vio que la mujer sacaba algo amarillo de debajo de la ropa.«Tiene una granada»,le dijo su jefe,«eso es una granada china».Kyle dudó.«Estaba nervioso. No sabía si iba a ser capaz de disparar. Crecí cazando, pero solo le disparas a cosas que te vas a comer. De repente, te piden que le dispares a otra persona. ¿Puedo hacerlo?».

Fue la primera vez que eliminaba a alguien con un rifle de precisión y también la única que acabaría en Irak con la vida de una mujer. Luego llegarían otras 254 muertes, una marca que le ha convertido en el fracotirador con más dianas de la historia del Ejército de EEUU. Unos 160 han sido reconocidos por el Pentágono, suficientes para superar con creces el récord anterior, 109.«No me siento un héroe, solo hice mi trabajo»,explica al otro lado del teléfono.

No es un hombre de muchas palabras. Apenas se recrea en emociones o sensaciones, si no es para recordar a sus compañeros de armas caídos en combate. Describe su trabajo como un cirujano de vuelta de todo, con la seca frialdad de un disparo.«Nuestra misión consiste en proteger los convoyes o las patrullas militares, previniendo emboscadas, la colocación de bombas y los ataques contra estadounidenses o incluso la intimidación a la población local», relata.«Buscas un lugar protegido en un tejado o en una ventana. Observas. Tratas de discernir cualquier comportamiento que no encaje en la normalidad. Y esperas. Te puedes pasar un día o una semana».

La clave de todo es lo que llamadisciplina profesional. «Te tienes que tomar el tiempo necesario para hacer bien tu trabajo. Asegurarte de que cumples todos los pasos porque, si atajas y te equivocas, te puedes poner en peligro a ti y a tus chicos».Kyle sirvió durante casi dos años en Irak. En total, cuatro despliegues. Fallujah, Ramadi, Ciudad Sadr... Su eficacia se hizo tan notoria que los insurgentes iraquís pusieron precio a su cabeza y lo bautizaron comoEl diablo de Ramadi.

Sin remordimientos

Todo eso lo cuenta enAmerican Sniper, The autobiography of the most lethal american sniper,un libro que rezuma patriotismo, camaradería y testosterona y en el que recrea su trayectoria. Kyle creció en un rancho de Tejas, acunado entre vacas, rifles y temor a Dios. Coqueteó con el rodeo e incluso llegó a matricularse en la universidad, pero no era lo suyo y acabó ingresando en la Marina, concretamente en sus fuerzas especiales, los SEALs, el cuerpo celebérrimo que acabó con Bin Laden en Pakistán.

Originariamente los SEALs fueron una fuerza marítima. Sus predecesores, los Equipos de Demolición Submarina de la Marina, establecidos durante la segunda guerra mundial, se dedicaban a reconocer playas antes de un desembarco, infiltrarse en puertos o plantar minas en barcos o submarinos enemigos. Pero con el paso de los años, y especialmente a partir del 11-S, fueron relegando su naturaleza anfibia para operar cada vez más en tierra, haciendo justicia a su acrónimo:Sea, Land, Air oMar, Tierra y Aire.

«Siempre soñé con ser francotirador. Crecí cazando, amando las armas. Entonces no tenía ni idea de qué hacía un francotirador, pero siempre me pareció un trabajo muy chulo»,dice Kyle, que ha cumplido 37 años y se retiró del Ejército en el 2008. Como la mayoría de profesionales de la destrucción institucionalizada, adoctrinados para matar sin remordimientos, Kyle se construyó su coraza para deshumanizar al enemigo. En el libro describe a la insurgencia iraquí como«salvajes, fanáticos, maldad despreciable» y solo lamenta no haber matado a más.

«Nunca quise ponerles cara porque lo que hacían era cruel y malvado. Querían matarnos y cometieron actos horribles, desde decapitaciones a violaciones… No los veía como personas sino como enemigos. Es la única manera como puedes planteártelo, de otro modo nunca podrías matar a nadie», asegura.

Una mínima empatía

Con el tiempo llegó a comprender algunas de las razones de la insurgencia y a desarrollar un mínimo de empatía por el enemigo

-«algunos eran gente pobre reclutada por Al Qaeda para ganarse un sueldo»-, pero no cuestiona la legitimidad de la invasión ni las consecuencias de los ocho años de ocupación. Muy pocos han hecho esto último en EE UU. Tras la retirada definitiva de las tropas a final de año, se habló de los costes, los logros y los errores de la contienda pero siempre desde la perspectiva estadounidense. Muy pocos análisis se han detenido en la destrucción de Irak, los cientos de miles de muertos, el exilio de millones de personas, la fractura sectaria o el legado de un país desmembrado y tullido. La cantinela original ha prevalecido.

«Aunque invadimos el país, no lo hicimos para ocuparlo. Nuestra misión fue liberar a los iraquís de Sadam, estabilizarlo e irnos»,dice Kyle, cuyo trabajo ha sido reconocido con siete medallas al valor, incluidas dos Cruces de Plata. En Irak, escribe, pasó el tiempo de su vida. «Es una sensación increíble saber que tienes a un grupo de gente dispuesta a hacer lo que sea por cubrirte las espaldas, con los que puedes contar pase lo que pase».

Pero también se dejó a dos de sus amigos.«Es de lo único que me arrepiento, no haber podido salvarlos», confiesa. La vuelta a casa ha sido difícil. Siempre lo es. Para todos. Y en su caso prefirió el amor a la gloria, un final feliz en un país que se resiste a enterrar la inocencia.«Mi trabajo estaba destruyendo mi matrimonio. Al final elegí a mi mujer y a mis hijos por encima de los SEALs».H