Nani Marquina
"Lo que quiero es seguir diseñando alfombras"
La empresaria acaba de celebrar con una fiesta los 30 años del negocio que lleva su nombre
Nani Marquina (Barcelona, 1952) acaba de celebrar 30 años de la empresa que lleva su nombre. Son 30 años de apuesta por el diseño de alfombras contemporáneas: rojas, a topos, con tréboles, con los trazos de Chillida o los dibujos de Hayón y Mariscal. Tres décadas de reconocimientos, como el Premio Nacional de Diseño, pero también con sinsabores. Y más que pensar en la jubilación y en disfrutar de sus nietos Marcel y Pau, lo que quiere es seguir haciendo volar su imaginación con más alfombras. Se lo dijo bien clarito hace unos días a su hija Maria Piera, que se ha puesto al frente de un negocio "muy femenino", durante una fiesta en la tienda que tiene en Diagonal y donde reunió a muchos amigos y colaboradores.
Usted ha hecho que, dentro del interiorismo, uno mire hacia el suelo. ¿Así fue desde el principio? Es que para mí el suelo es básico, algún psicólogo podría ayudarme a saber el porqué. Me encanta el desierto, recoger arena de las playas, el mármol de las iglesias. Seguramente por eso hago alfombras y no muebles o lámparas.
¿Le gusta ir descalza? Sí. Yo también viví en los 70 la época 'hippy' y entonces si no ibas descalzo no eras nadie.
Le pasa el testigo a su hija y aprovecha para recordar también a su padre, Rafael Marquina y su archicopiada aceitera-vinagrera de 1961, que se ha reeditado. Sí. Tenemos el retrato de mi padre en la tienda y su aceitera-vinagrera, que no gotea ni mancha y que ganó varios premios de diseño, la hemos puesto a la venta. Somos ya tres generaciones en el diseño y eso no es fácil, teniendo en cuenta que el diseño es algo relativamente reciente. Mi hija Maria es economista y de pequeña me decía que eso del diseño no era para ella, pero afortunadamente no me ha salido rana. Ella es más pragmática que yo.
Aunque para emprendedora, desde luego usted. Es que no ha sido un camino fácil. A los creativos nos cuenta pensar que los objetos, además de interesantes, bonitos y que duren, tienen que servir para ganar dinero también. Hoy más que nunca el diseño tiene que estar muy pensado y tener un precio justo. Esa nuestra responsabilidad.
Su trabajo es conocido internacionalmente, pero ¿es cierto que estuvo a punto de bajar la persiana? Así es. En el 93, tras los Juegos Olímpicos, con la crisis. Yo estaba separada y con mi hija y no llegaba a fin de mes. Por suerte tuve la visión de marcharme a la India a trabajar y descubrí un mundo. Poder fabricar allí le dio alas al diseño. Podíamos hacer muchas más cosas y la calidad era mayor: teníamos más colores, más texturas... era como aliarse con la artesanía y crear cosas bellas.
¿Esos viajes a la India, y a Pakistán después, le cambiaron la vida? Totalmente. Ahí es donde me doy cuenta de toda la historia que hay en torno a algo tan doméstico como una alfombra. Y empiezo a conocer a fondo las cualidades de la lana, el mohair, la seda, el yute... a saber por qué en unos sitios usan colores vivos y en otros no. También fue un impacto muy fuerte conocer aquella realidad. En aquel momento había mucha miseria. Bueno, todavía ahora las diferencias son abismales. Por eso hemos intentado también ayudar y crear una escuela. Eso es algo imprescindible si uno quiere trabajar en estos países.
¿Y ser mujer fue un problema? Cuando empecé yo, sí; ahora ya no. Pero recuerdo que en mi primer viaje, yo era quien iba a hacer los encargos, a mí ni me daban la mano ni me hablaban. Por suerte iba con un hombre.
Pues fue la primera mujer en ganar el Premio Nacional de Diseño por su empresa y en solitario en el 2005. Eso tuvo bastante proyección y para mí fue todo un orgullo. Es que todavía es difícil encontrar mujeres diseñadoras, incluso en Barcelona que es una ciudad que se volcó con el diseño. Es una profesión más de hombres y no sé por qué.
¿En lo suyo se sintió pionera? Quizá suene pedante lo que voy a decir, pero sí. Es que yo fui de las primeras que hice en Europa alfombras con diseño contemporáneo. En España la primera desde luego. Cuando empezamos, todo el mobiliario moderno venía de Italia. Y los fabricantes de alfombras de aquí no me hacían lo que yo quería, por eso me fui fuera.
Ha producido alfombras con diseños de gente como Ron Arad, Jaime Hayón, Sybilla, Javier Mariscal. ¿Eso la ha ayudado a expandirse? Sí. Yo tenía un estilo muy definido, pero al ver que había un mercado nuevo, que el diseño gráfico triunfaba y que se imponía el mobiliario contemporáneo decidí abrirme a otros colegas, porque pensé que eso también nos hacía también más fuertes. Javier Mariscal y yo tenemos un estilo de lo más opuesto y ahí estamos firmando juntos.
¿Usted no estará pensando en trasladar la empresa? No lo haría nunca, porque soy de aquí y los empresarios también tenemos que ser responsables con nuestro entorno. Afortunadamente nosotros aprendimos mucho con la crisis. Salimos y hoy el 90% de nuestras alfombras se van fuera de España. Acudimos desde hace años a la feria de Milán y creamos una filial en Nueva York que ha funcionado muy bien. El mercado de Estados Unidos para nosotros es el más importante y con diferencia.
¿Algún famoso que tenga una alfombra suya? De aquí muchos. Pero no me extrañaría que Brad Pitt tuviera algún modelo nuestro.
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