Javier Maroto

Boda con lío

En el PP echan un pulso por decidir si Rajoy debe o no ir al casorio del vicesecretario sectorial del partido con su novio de toda la vida, el viernes

Javier Maroto, el pasado julio, durante la presentación de la agenda social del PP.

Javier Maroto, el pasado julio, durante la presentación de la agenda social del PP.

POR Aitor ubarretxena

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Nadie le puede negar a Javier Maroto su incontestable tirón electoral, que cobra aún más valor ante el imparable descenso en las urnas del PP vasco. Su trayectoria pública se ha caracterizado por su controvertido mensaje, que le ha granjeado el rechazo unánime del resto de formaciones, que le han acusado sistemáticamente de recurrir a un discurso «xenófobo» para ganar votos. Pero ahora muchos ojos están puestos en él por su próxima boda con su novio de toda la vida.

Maroto tuvo que abandonar en junio la alcaldía de Vitoria, pese a que había logrado ser de nuevo el candidato más votado, ante la unión de PNV, EH Bildu, Podemos e Irabazi. Su figura siempre ha sido muy cuestionada por el resto de formaciones vascas desde que, en el 2011, centró su mensaje político en denunciar los usos abusivos de las ayudas sociales. La apuesta le permitió ser alcalde de Vitoria con una amplia ventaja respecto al segundo, el PNV, pero no ha dejado de granjearle enemistades en Euskadi. Desde entonces, sus reiterados posicionamientos sobre la inmigración han levantado rechazos y aplausos a partes iguales.

Es evidente que ha sabido conectar con una parte del electorado con afirmaciones como que «los argelinos y marroquís no quieren trabajar, sino vivir de las ayudas sociales». Y también despertó críticas y apoyos cuando se opuso a la construcción de una mezquita en los bajos de unas viviendas de un barrio obrero, lo que le valió ser expedientado por el Ararteko, el defensor del pueblo vasco.

Pero entre todas sus polémicas, la que más repercusión tuvo surgió el pasado año, cuando ordenó, tras ver la fotografía de una mujer magrebí dentro de una piscina pública vestida con la típica túnica islámica, que se prohibiera el acceso de personas «vestidas» al agua. Frente a sus detractores, Maroto se limita a afirmar: «Digo lo que se dice y se piensa en la calle». Y tras su salto a la política nacional, ha prometido que seguirá «llamando a las cosas por su nombre».

 

Nacido en Vitoria en 1972, se licenció en Ciencias Económicas y Empresariales en la Universidad Comercial de Deusto, aunque desde muy joven sintió su vocación política. En 1999, con 27 años, fue teniente de alcalde y concejal delegado de Hacienda en el Ayuntamiento de Vitoria, y ejerció de portavoz de su formación. De hecho, sigue haciendo gala de su compromiso con la capital alavesa, ya que puso como condición para aceptar la invitación de Mariano Rajoy que pudiera continuar como concejal.

Y eso que no ha sido un político dócil para el PP. No dudó en desmarcarse de la estrategia del Gobierno central cuando reclamó el cierre definitivo de la central de Garoña, e incluso logró que todo su grupo se posicionara en idéntico sentido en la Cámara vasca. También ha mostrado reiteradamente, con una actitud que choca con la línea oficial del PP, su firme oposición al fracking, hasta el punto de firmar la Iniciativa Legislativa Popular que pide la prohibición de esta práctica en Euskadi. Y evidentemente, también se mostró crítico con el recurso presentado por el PP contra la ley impulsada por el Gobierno de Zapatero sobre el derecho al matrimonio.

Su novio, José Manuel Rodríguez Carballo, al que conoció hace casi 20 años, es un economista con dos licenciaturas en Deusto. Nunca han ocultado su relación, aunque la han llevado con discreción. «Prefiero no hablar de mi vida privada», ha sido la respuesta habitual de Maroto. También optó por no hacer bandera de su homosexualidad cuando, desde su propio partido, se le recomendó aprovechar su condición para hacer frente a quienes le acusaban de intolerante. Ha preferido vivir su relación con naturalidad, y de la misma forma responde cuando le preguntan cómo será la boda: «En mi ciudad, en nuestro ayuntamiento, con nuestros amigos y familias».