LA ESTRATEGIA DE LOS SOBERANISTAS

CiU y ERC, esgrima electoral sin sangre

Artur Mas, durante el mitin celebrado ayer en Girona, y Oriol Junqueras, de campaña en Cornellà.

Artur Mas, durante el mitin celebrado ayer en Girona, y Oriol Junqueras, de campaña en Cornellà.

XABIER BARRENA / FIDEL MASREAL

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El centroderecha y el centroizquierda se disputan la corona en liza el próximo domingo. ¿Normal? En toda Europa, sí. En Catalunya, el nombre de los contendientes, o al menos de uno de ellos, el de ERC, es la noticia. CiU y Esquerra, los dos polos de un mismo eje, el soberanista. A las puertas de un otoño, este sí, caliente por la consulta, lo que hasta ahora era un pacto de gobierno puede convertirse, por la fuerza de las urnas del próximo domingo, en una gran coalición en toda regla. Pero mejor no llevarse a engaño; tras la unidad de destino que ambos comparten, se esconden fisuras en forma de recelos y dudas. Grietas que van asomando, con guante blanco, en la campaña.

Artur Mas lleva meses quejándose de que llevar en solitario el timón del proceso soberanista equivale a recibir todos los golpes del mar, mientras su socio da instrucciones resguardado en la cabina. Y cuando tenía casi atada una coalición para concurrir en las europeas con Oriol Junqueras -evitando así el fantasma de la derrota de CiU-, sacrificando incluso a Unió en esta aventura, se encontró a última hora con un no de su socio, que no solo sigue a cubierto sino que ahora pilota su propia nave en pos de la victoria el día 25. Todo ello ha enojado a Mas, y se le nota.

Se le nota tanto que ha inaugurado un nuevo modelo de discurso: atacar diciendo que no ataca. O morderse la lengua, pero mostrar que se la está mordiendo. Convergència sostiene que una derrota clara frente a Junqueras afectará al proceso, lesionará el liderazgo de Mas y hará replantear el nivel de colaboración con ERC. Es decir, volverá el debate de si los de Junqueras han de ponerse al timón.

CDC dice tener motivos para cargar contra su socio parlamentario, pero no lo hace. Lo insinúa, como cuando habla despectivamente del tripartito o de los candidatos «experimento», o cuando recupera el mensaje mesiánico del 2012 y pide reforzar a Mas por encima de todo.

Es una estrategia que la cúpula de Unió no comparte. Y ese es otro flanco del desafío convergente en estos comicios, en los que más que nunca se ha notado la frialdad de las relaciones con los democristianos. Pero CDC sigue lanzada a por la consulta. Y en la campaña elude el ataque directo a ERC en beneficio de algo que seguro que estará en los mensajes de la noche electoral: el crecimiento del bloque soberanista, el vuelco respecto a las mayorías que hace cinco años brindó el marcador electoral; pasar de una clara victoria del PSC a la hegemonía independentista.

Mientras, CDC se la juega con su líder y una doble petición al electorado: participar masivamente para demostrar voluntad de urnas en noviembre, y apoyar a quien está encabezando el proceso (y llevándose los golpes por ello) e iniciando la recuperación económica.

Pero ERC parece ajena a estos dardos. Los republicanos tratan de que el domingo cuaje el crecimiento en dos dimensiones en el que llevan meses trabajando. Crecimiento a lo ancho y a lo alto. Primero, el intento de ocupar todo el territorio que el repliegue de los socialistas hacia el intramuros metropolitano ha dejado libre mediante su coalición con Nova Esquerra Catalana (NEC). Y luego, el objetivo de elevarse en número de votos hasta la altura de CiU.

¿Como se traduce esto en campaña? Hasta el pasado domingo, ERC blandía una espada de doble filo: los ataques medidos a CiU. Por un lado, tratan de convencer a los soberanistas dudosos de que el voto útil, impermeable a los cantos de sirena de eventuales terceras vías, es ERC. Por el otro, esos mismos ataques buscan cohesionar al socialismo catalanista al que interpela ERC. No ha habido fuerza anticonvergente más poderosa, ni con mejores resultados contra la federación, que el que simboliza esa familia del socialismo, hoy, para muchos, huérfana.

SOCIALISTAS «NINGUNEADOS» / Lo que no ha habido en ningún momento es un ataque al PSC. «Los hemos ninguneado», admite una voz. Caña al PSOE, eso sí. «De hecho, el problema que tuvo el maragallismo fue, precisamente, con el PSOE», subraya un dirigente republicano.

Toda esa estrategia se vio reforzada (o no) con la más que polémica (por las reacciones desencadenadas) presencia de Pasqual Maragall en el mitin de ERC-NEC del domingo. Si una imagen vale más que mil palabras, la presencia del único político que venció a Jordi Pujol y a Artur Mas (en votos) es un icono.

En ese mismo acto, Junqueras dirigió uno de sus periódicos toques de atención a Mas. Insinuó que estaba presto al relevo si el president desfallecía en la lucha por la consulta. El lunes, volvió al redil: «Somos garantía de estabilidad institucional». ¿Puede haber coalició grossa en el Govern? Respuesta de ERC: «Si nos llama Mas, que hasta ahora no lo ha hecho, veremos».