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Matilde Mir: «Decían que lo teníamos todo y no teníamos nada»

Vive desde hace dos décadas en Auroville, la ciudad de la unidad y la paz que se fundó en el sur de la India en 1968 y que celebra en febrero su 50º aniversario

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zentauroepp41839027 contraportada para gemma tramullas matilde mir porta 20 anys180130173853 / SAURABH SINGH

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Gemma Tramullas
Gemma Tramullas

Periodista

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Fundada en el sur de la India al calor de la revolución de mayo de 1968, Auroville es un ambicioso proyecto de ciudad para la convivencia y el crecimiento espiritual que en febrero celebra su 50º aniversario. Sus 2.800 residentes de 49 países se autogestionan a través de grupos de trabajo, cobran una renta básica y apenas usan dinero en sus transacciones cotidianas. Matilde Mir (Barcelona, 1969) llegó a la ciudad de la Aurora con su marido hace 20 años. A través de videoconferencia cuenta su experiencia y se encara con los tópicos que reducen la comunidad a una utopía hippy. 

–¿Qué ve cuando sale de su casa? Tres millones de árboles. Hace 50 años esto era un desierto y lo primero que hicieron los fundadores fue plantar árboles. Desde el aire, Auroville es una mancha verde.

–¿Cómo era su vida antes de llegar aquí? Fui una niña muy rebelde y de joven tuve la oportunidad de viajar mucho. Eso me abrió los ojos y me llevó a buscar formas de vida alternativa. Viví dos años en la Patagonia y luego me casé con Marc. Mi marido abrió dos cafeterías en Granollers que fueron un éxito.

–Pero aquella vida no les llenaba. Nos decían que lo teníamos todo, pero no teníamos nada. No queríamos dedicar la vida a mantener una supercasa y un supertrabajo; deseábamos tener riqueza interior.

–Y en 1997 llamaron a la puerta de Auroville. Ya lo habíamos visitado una vez y la idea de un lugar donde podías aprender a vivir en armonía más allá de creencias, opiniones y nacionalidades me enganchó.

–Su carta fundacional dice: «Auroville pertenece a la humanidad. Pero para vivir en Auroville es necesario ser servidor voluntario de la conciencia divina». La fundadora, Mirra Alfassa (conocida como La Madre), decía que la evolución del ser humano no acaba en lo que somos ahora, sino que seguimos evolucionando hacia otra especie. Auroville es un lugar donde esta evolución se vive de forma consciente, pero no es el único. Mucha gente está en este camino de búsqueda interior. 

–Critica algunos artículos sobre Auroville. A veces le dan mucha relevancia a la anécdota y se pierde la esencia. Hay gente que piensa que vamos rapados y vestidos de blanco, pero somos gente muy normal.

–Siguen la filosofía del maestro Sri Aurobindo, contemporáneo de Gandhi. Pero nadie te obliga a estudiarlo ni a meditar a horas fijas, no es una religión. Hacemos el bien porque nos sale del corazón, aunque no somos perfectos. Queremos contribuir a una sociedad mejor, por eso Auroville tiene el aval de la Unesco.

–Aquí han seguido con el negocio del café. En 2008 creamos Coffee Ideas! Al principio Marc asesoraba a la gente que quería abrir un negocio y luego compramos una máquina tostadora de segunda mano que tardó dos meses en llegar en barco desde Barcelona. En 2011 abrimos Marc’s Coffee [en la foto] y ahora tostamos ocho tipos de cafés procedentes de plantaciones orgánicas, sostenibles y de comercio justo.

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–Sus hijos se han educado en Auroville. Aquí conviven distintos estilos de enseñanza. Hace ocho años fundé una comunidad de aprendizaje donde adultos y niños aprendíamos unos de otros. Teníamos una base de mates y lengua y hacíamos mucho deporte y excursiones. Mi hija mayor no hizo exámenes hasta los 15 años y ahora se prepara para la universidad. Mi hijo está en una escuela que se centra en los procesos de razonamiento y las emociones.

–¿Nunca ha dudado de su elección vital? No. Soñábamos con criar a nuestros hijos en un lugar donde no tuvieran que estar pendientes de la salida al mercado del último iPhone. Vivo la vida que he elegido.