«¡No puedo soportar esa maldita muletilla de mierda!»

Teresa Baztán perdió a dos sobrinos en sendos accidentes ferroviarios, y lo de «choque de trenes» le sienta muy, muy mal

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«¡No puedo soportar esa maldita muletilla de mierda!»_MEDIA_1 / RICARD FADRIQUE

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Mauricio Bernal
Mauricio Bernal

Periodista

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Cada persona es un mundo, dice el cliché, lo cual debe significar que el universo de los demás es remoto, inaprensible, y que cada uno vive las cosas según su experiencia. Aplica en este caso. «Choque de trenes» para el ciudadano común es una cosa que está ocurriendo o que va a ocurrir a nivel político, entre una gente que no se entiende. «Choque de trenes», para Teresa Baztán, nacida en Argentina hace 83 años, hace medio siglo instalada aquí, es algo distinto totalmente. En choques de trenes perdió a dos sobrinos; y la muletilla se lo recuerda, constantemente.

-Dígame de quiénes hablamos, por favor.

-Claro. Se llamaban Alejandro Menzo y Marcelo Berguño. Alejandro era el hijo de una hermana, y Marcelo, de una prima hermana. Son ellos, mire, aquí tengo unas fotos. Este es Alejandro, y este, Marcelo. Qué hermosos, ¿no? Y tan jóvenes…

-¿Qué edad tenían?

-Alejandro acababa de cumplir 18 años. Marcelo tenía 10… Ay, dios... Perdone… Uf… Sabía que esta entrevista me iba a costar…

-¿Paramos?

-No, no. También es una forma de homenaje a ellos. También lo hago por eso.

-No murieron en el mismo accidente, me dijo por teléfono.

-No. Marcelo murió en 1970, el 1 de febrero, en Buenos Aires. Una tragedia terrible... Murieron 200 personas, entre ellas mi sobrino. La foto es de poco antes de que muriera.

-200 muertos…

-Más, más de 200. Un accidente horrible. Mire, esto lo saqué de un periódico argentino: «Un día como hoy en 1970, un tren que venía de Tucumán chocó a toda velocidad contra otro que estaba detenido en Tigre. Hubo 236 muertos y más de 500 heridos»...

-Qué horror. ¿Y Alejandro?

-Y sí, Alejandro. Once años después. Me acuerdo que yo iba a dejar a unos amigos al aeropuerto y en el coche uno me dice: «¿Viste que hubo un accidente de trenes en Argentina?» Y yo le dije: «Ah, no, no me interesa, yo ya pasé lo mío y no me va a tocar otra vez». Pero me tocó. Otra vez me tocó.

-¿Cuándo ocurrió?

-El 8 de marzo de 1981. En plena dictadura, en una desidia de país…

-¿Dos trenes?

-Lo tengo acá, mire. A ver: «Siendo las 4.30 de la madrugada… saliendo de una curva… 120 kilómetros por hora…» Aquí: «Chocó contra la punta de un vagón cisterna de petróleo de un tren carguero que había descarrilado unos minutos antes…» Iban durmiendo. En este murieron 34 personas.

-En plena dictadura, me decía.

-Sí, yo fui a Buenos Aires pero ya lo habían enterrado. Hablábamos de hacer una protesta, algo, pero a mi cuñado ya lo habían amenazado. «Acordate que tenés más hijos», le dijeron. No se podía hacer nada.

-Con todo esto, entonces, cuando oye eso de «choque de trenes»…

-Es que me pone enferma. Me pone enferma, me pone enferma. ¡No puedo soportar esa maldita muletilla de mierda! Cada vez que la escucho, me cabreo.

-Lo que para usted es sinónimo de tragedia para el resto es… una expresión cotidiana. Ese es el problema, ¿no?

-Es la frivolidad. ¡Si hasta la usan hablando de fútbol! Que venga un periodista y me diga que usa esa expresión a pesar de que perdió a un familiar querido en un choque de trenes. Entonces me disculparía. Mientras tanto, no puedo con ello. Es que no puedo.

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-Pues qué pesadilla: se oye cada día.

-Y no vaya a pensar que estoy todo el día sufriendo por esto, no, ni mucho menos. Yo soy una persona alegre. Pero si tocamos este tema, me pongo enferma. Solo me pueden entender los que hayan perdido a un ser querido así. En un choque de trenes.