Gente corriente

Ana Pinilla: «Me crecen las manos de tanto hacer volar la pizza»

Pasó de la pasarela en Milán a la cocina de su pizzería en Pallejà. Le gusta lo que hace y le pone mucha pasión

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zentauroepp42865498 ana pinilla180412140645 / RICARD FADRIQUE

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Óscar Hernández
Óscar Hernández

Periodista

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De modelo en Milán a pizzera en Pallejà (Baix LLobregat) pasando por un grupo musical de chicas con las que grabó tres discos.  Ana Pinilla Bonillo (Barcelona, 1961) es la prueba de que las personas, como la buenas pizzas, mejoran cuando se les dedica tiempo y, sobre todo, pasión.

–Lo de tener una pizzería viene de lejos. Mis padres tenían un bar detrás del mercado de la Abaceria central, en Gràcia. Cuando no tenia cole con 7 años ya acompañaba a mi madre al mercado para comprar la comida con la que hacía los menús. Y si ella estaba enferma, entonces iba yo sola. También me gustaba ver cómo ella fregaba los platos. 

–Hasta que descubre la pasarela. Vi un anuncio de una academia de maniquís en la revista Interviú en la que pedían una estatura mínima de 1,70. Yo medía 1,68. Mi hermano, que es policía, me vio llorar y me dijo que él me ayudaría. El día que tenían que medirme me dio un zapatazo en la cabeza y con el chichón llegué al 1,70.

–Prueba superada. Pero pronto me di cuenta de que yo era una enana comparada con mis compañeras. Y no me cogían en los 'castings' para desfiles. Por eso empecé yendo a 'showrooms' en hoteles donde mostrábamos la ropa a las tiendas. Allí me di cuenta de que no tenía que venderme a mí misma, sino la ropa. No era alta, pero conseguía trabajo por la forma en que me daba la vuelta o cómo me quitaba una chaqueta. Me ayudó mucho mi representante, Pedro Cano, que me dio el mejor consejo que nunca me han dado: no intentes hacer lo que te gusta sino que te guste lo que haces. Y eso he hecho siempre.

–Desaparecieron los complejos. Yo podía ser la tímida, porque era muy tímida, la más baja y fea de todas, pero cuando me ponía los tacones me convertía en la más alta. Y si una chaqueta no se vendía, yo cambiaba el estilo, me ponía unos pantalones en lugar de la falda o un collar. Y se vendía. Porque aquello me apasionaba.

–Y llegó a Milán. Allí desfilando cobraba muchísimo más que en Barcelona. Pero mi madre enfermó, no quise dejarla sola y volví. Me casé con un productor musical y formé un grupo con chicas con las que grabé tres discos. Luego llegó la crisis a la música cuando se podía grabar en casetes y en cedés.

–Después se le ocurrió lo de las pizzas. Y eso que antes de vivir en Milán no me gustaba la pizza ni la pasta. Hasta que las probé allí. Hace unos años, decidí que quería abrir una pizzeria. La gente me decía que estaba loca. Y como con todo lo que hago, me volqué. Me fui a Bolonia, a la Universidad de la Pizza, para formarme. Como también había estudiado dietética y nutrición, cuando me hablaban de la maduración de la masa lo entendía perfectamente. Desde que en el 2004 abrí la pizzeria Da Tulio yo misma preparo la masa tres días antes de hacer las pizzas para que madure todo este tiempo en la cámara. Ese es el secreto de que sea más rica y digestiva, Y siempre utilizo ingredientes naturales.

–¿Alguna pizza curiosa? Las mías son clásicas, con dos o tres ingredientes. Yo me niego, por ejemplo, a ponerpiña. O atún a la de  cinco quesos. La pizza debe ser un conjunto armónico. Algún cliente se ha ido de mi pizzería porque yo no he querido añadirle algo.

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–De la pasarela a la pizzería. ¿Y ahora? Me gustaría abrir una heladería italiana. Llevo muchos años haciendo pizzas. En dos horas preparo y sirvo 90. Eso requiere mucho trabajo físico. Hasta me han crecido las manos de tanto hacer volar la masa.

–Pero no se rinde. Es que cuando por la noche enciendo las luces del restaurante me emociono, como cuando salía a desfilar en la pasarela.