CAMBIOS EN LA ECONOMÍA DE CUBA

Pesares del peso cubano

La unificación monetaria atemoriza a los habitantes de la isla por la gran diferencia entre la moneda de pago y la convertible que se utiliza para las compras

Empresarios de Estados Unidos visitan una plantación de caña de azúcar en Cuba el pasado 3 de marzo.

Empresarios de Estados Unidos visitan una plantación de caña de azúcar en Cuba el pasado 3 de marzo.

HUGO LUIS SÁNCHEZ / LA HABANA

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Con frases del tipo ¡Ahí viene el lobo!, todas las semanas los cubanos vaticinan que en efecto viene, ahora sí, la unificación monetaria y acto seguido se persignan, varias veces. No es para menos.

Se trata de que la isla es el único sitio del planeta donde circulan dos monedas nacionales a la vez, desde 1994: una, el peso (CUP), con el que se paga a la inmensa mayoría de los cubanos y, la otra, el peso convertible (CUC), es decir, la divisa que se requiere para comprar los dos tercios faltantes a fin de completar la canasta básica mensual que se entrega con una Libreta de Abastecimientos (cartilla de racionamiento), vigente desde 1960.

Este, el de las dos monedas, es uno de los rostros de la doble moral: se paga en CUP y se exige comprar en CUC, sobrevaluado y que no se corresponde con la productividad de la economía cubana porque carece de respaldo en el Producto Interior Bruto.

Presentado solo así parece sencillo y suena casi bien, hasta que se conoce la tasa oficial de cambio de 24 pesos por cada CUC; que el salario promedio equivalente a 20 CUC, y que los productos a la venta solo en esa divisa criolla soportan un gravamen de hasta el 260%.

Por otra parte, las autoridades establecieron por decreto que el CUC ¡es más fuerte que el dólar estadounidense! y por cada 100 dólares (que vienen en su mayoría de las remesas de Estados Unidos) sólo se entregan, oficialmente, 87 CUC. De esa manera, Fidel Castro, en sus días de comandante en jefe, penalizó al dólar por portarse mal.

En pocas palabras: el salario promedio mensual, íntegro, únicamente alcanzaría para beber 20 cervezas de fabricación nacional. Claro, este no es el ejemplo más cruel. La explicación se puede tomar de la calle, al hablar con los transeúntes en El Vedado, el Cerro, Marianao... o el municipio capitalino de Playa. «Me llamo Jaime, tengo nombre de mayordomo, y Ortega. Ya el apellido puedes ser de cualquier otro oficio, y llevo una calculadora en las manos porque lo que recibo de jubilación es tan poco que saco cuentas con los dedos, es decir, mi calculadora de mano y por eso cuando venga el cambio y pongan una sola moneda para todo, me la voy a ver más negra». Ortega tiene unos 70 años muy mal llevados.

Los cubanos logran sobrevivir, en un estado de inopia, porque se benefician de una larga lista de subsidios que incluye el pago de la electricidad, los servicios de teléfono, de gas, agua potable, y los productos que aún sobreviven en la libreta de abastecimientos; además del transporte público, la educación desde la guardería hasta la universidad, la salud y la venta de medicamentos.

Hablamos de la medida más compleja y difícil emprendida por Raúl Castro, que empezó paulatinamente a sustituir a su hermano Fidel desde mediados del 2006. Para la nación, como quiera que sea, hoy o mañana pero más hoy, este cambio de moneda es tanto inevitable como inminente y la peor parte, como le va a ocurrir a Jaime Ortega, les tocará a los de abajo.

La isla no puede proseguir con esa dualidad monetaria, una idea de Fidel Castro que tiene trastocado todo y constituye una retranca para la reforma económica de Raúl Castro porque esta unificación, que no acaba de llegar, ha casi detenido sus dos pilares básicos: el puerto del Mariel, una zona especial de desarrollo asimilada del modelo chino, anunciada en el 2003 y, un año después, la nueva ley de inversión extranjera, para atraer el capital del que la isla adolece y sacar al país de la asfixia financiera.

Hay que recordar, en este punto de la asfixia, que inversiones en Cuba se han visto afectadas en los últimos 10 años por el cierre de casi dos centenares de empresas mixtas, la mayoría españolas, y el corralito financiero que sucedió del 2008 hasta el 2010.

La antesala de la actual situación, después de la alerta del propio general Castro sobre el fin de la dualidad monetaria, consistió en permitir que en los establecimientos de divisas también se permita comprar con pesos. El resultado: los precios son tan altos que las autoridades se han visto ante la necesidad de explicar en bandos que la cifra mayor, una friolera de números, no se corresponde con un código de barras, si no que es para indicar lo que vale en ese mismo producto en pesos cubanos. Un kilo de leche en polvo cuesta 165 pesos (6,60 CUC) y cinco de carne molida, picadillo para los cubanos, de segunda 63,75 (2,55), pero por el peor de los ventiladores, en una isla que es un eterno verano según el eslogan publicitario, hay que pagar 1.200 (50).

Billetes de mucho valor

El segundo paso consistió en poner en circulación desde comienzos de este mes, billetes de muy alta denominación, mil pesos, pongamos por caso, que quiere decir que con dos billetes y medio se le puede pagar a una persona por un año entero de trabajo. Para los analistas, esto indica lo dura que será la convertibilidad del peso cubano cuando haya uno nada más.

Será el peor problema por el que se ha enfrentado el peso cubano, vigente desde 1914, y para Jaime Ortega y millones más. «¿Sabe lo que va a pasar? Que el Gobierno nos va a pagar con la misma moneda, que no vale nada», dijo.