ANÁLISIS

No han logrado la última palabra

JOAN TAPIA

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No aseguraría, como hace el 95% de lectores de un diario digital conservador, que la huelga haya fracasado. Había gente que la quería y la hizo. Otros fueron obligados por los servicios mínimos. O por los piquetes. Pero nada que ver con la de 1988 contra Felipe González, ni incluso con la del 2002 contra Aznar. Ahí está la menor caída del consumo eléctrico, aunque lo esencial es que la vida ciudadana no se paralizó. Y cuando lo hizo fue más por la violencia de los grupos antisistema, que los sindicatos condenan. Toxo y Méndez dicen que fue un éxito. Fue una huelga fallida porque «los trabajadores de todas clases» (como decía la Constitución republicana) no pararon.

Sí que hay mucho malestar. Por la fuerte ruptura de expectativas causada por la crisis, visible ya en el 2008 y que Zapatero ninguneó. También por los recortes de mayo. Entonces, el Gobierno asumió que no era un paréntesis (en el que España recibiría algún arañazo), sino la peor recesión mundial desde 1929, que nos obliga al parto con dolor de otro modelo productivo (menos tocho, más valor añadido). ¿Por qué, pues, se ha seguido menos la huelga? Hay varias causas:

-Pese al malestar, mucha gente no quiere -o no puede- perder un día de salario al dictado de las cúpulas sindicales.

-En 1988 el mito sindical (y el miedo al piquete) estaba muy alto. Hoy, las molestias de hacer huelga no son menores a las de ir a trabajar.

-El cabreo con los recortes no impide ver que nadie propone nada alternativo creíble. Se ve lo que pasa en el mundo y se intuye que el impopular plan de ajuste es inevitable.

-En 1988 la derecha quería que la huelga liquidara a Felipe González y la COPE fue el altavoz de Nicolás Redondo. Hoy, aunque aborrece a Zapatero, detesta más a los sindicatos.

-La huelga del 2002 fue contra un Aznar engreído, con mayoría absoluta, que presumía (Escorial, Bush, Perejil...) de amo del universo. Hoy tenemos un presidente apaleado que suplica apoyos parlamentarios. Los sindicalistas chillan, pero no lo creen el enemigo.

-Se huele que Salgado cambió la política económica para no salir (o tener que salir) del euro. Porque devaluar hoy sería iniciar la marcha atrás del camino hacia la modernidad iniciado en 1977 (democracia) e incluso en 1959 (plan de estabilización). Y nadie quiere retroceder.

-En una democracia madura (no lo somos, pero llevamos ya 31 años), el Parlamento es soberano. Los sindicatos -aunque sean escuchados e influyentes- no tienen derecho de veto.

Por eso ha sido una huelga fallida. Pero el Gobierno acierta al rehuir el choque de trenes. La transición se construyó -también- con los sindicatos. Pero deben aceptar que en democracia la última palabra solo corresponde al sufragio universal.