Joan Albert Amargós: "Mi segunda piel es flamenca"

lJoan Albert Amargos

lJoan Albert Amargos / periodico

LUIS MIGUEL MARCO / Barcelona

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

“Pues venga a casa y hablemos”, propone el compositor, pianista y clarinetista Joan Albert Amargós (Barcelona, 1950). En estos tiempos de tanto ruido, es tan poco habitual que suene la flauta y el entrevistado te abra su casa que hasta al fotógrafo le sorprende. Así que aquí estamos, sentados en un salón con chimenea, entre cuadros y estanterías con cedés de lo más variado, desde óperas de Verdi al 'West Side Story' de Berstein, de Dulce Pontes a Tomatito. Este hombre de tez y piel bronceadas, de un parecido más que razonable con Caetano Veloso –su mujer, Elisabeth, coincide: hasta le han pedido autógrafos por confusión– ha trabajado mano a mano con artistas del jazz, del pop, de la ópera, del flamenco y del rock. De Camarón a Montserrat Caballé, de Luz Casal a Vicente Amigo, de Plácido Domingo a Lax’n’Busto. Este sábado, 28, tiene un compromiso especial, para el que se espera una buena entrada en el Palau Sant Jordi de Barcelona. Un concierto solidario, con entradas a partir de 25 euros, de apoyo a la Fundación Pasqual Maragall en su investigación en la lucha contra el Alzhéimer. Dando su voz sobre el escenario estarán Joan Manuel Serrat, Barbara Hendriks, Noa, Miguel Poveda y Sílvia Pérez Cruz. Detrás, los músicos de la Orquestra Simfónica del Vallès. Manuel Huerga en la dirección escénica. La batuta es cosa suya, del mestre Amargós.

Su nombre siempre aparece pequeñito en los carteles en comparación con los artistas a los que acompaña. ¿Algún complejo?

Desde hace mucho tiempo tengo asumido que uno trabaja desde la puerta de atrás para hacer más grandes a los intérpretes. Y ¿sabe una cosa? Ya me parece bien. Estar delante, exponerse todo el tiempo, tener que justificar cada acción que haces, cada paso que das, no me gustaría, la verdad.

También le digo que no conozco a nadie que tenga que ver con la música que hable mal de usted.

Eso debe de ser porque no tengo mucho ego. Si lo tuviera sí que hablarían mal de mí, no le quepa duda. Hombre, entre la profesión sí se valora tu lenguaje, tu forma de hacer, tu trayectoria.

¿Cuál es la génesis de este concierto benéfico?

Surgió a iniciativa de The Projet y de Diana Garrigosa, esposa de Pasqual Maragall. El lema es: “La respuesta al Alzhéimer está en la música”. Y el concierto será una inyección económica para la Fundació Pasqual Maragall. Tiene mucho sentido porque todos los cantantes que intervienen tienen una vinculación afectiva con Maragall. Recuerdo por ejemplo que el ex alcalde ya iba a escuchar a Miguel Poveda cuando estaba empezando. Todos son de su cuerda musical.

¿Y cómo se armoniza todo eso?

Parte del trabajo ya está hecho. Hace 10 años presentamos 'Serrat sinfónico'. Con Noa también he trabajado con orquesta en Perelada. Y con Poveda hicimos también un directo único que ahí está, 'Cante y orquesta'. Hay mucho material orquestado. Cada actuación serán unos 20 minutos y habrá alguna sorpresa, unos duetos entre los artistas y alguna colaboración que lo hará especial. Serrat es el maestro de ceremonias y es lógico, es la memoria musical de este país y a su nivel no hay nadie que le haga sombra.

Los cantantes dicen sentirse flotar con una orquesta.

Es que tener a 70 tíos detrás dando pulmón a las canciones no es algo que ocurra todos los días, por eso vale la pena aprovechar este concierto. Serrat siempre dice que es como navegar en un transatlántico. Y Poveda va aún más allá. El otro día, en la actuación en la plaza de toros de Las Ventas, metimos más cuerda y metales y Miguel decía que fue como un orgasmo que no tiene fin. En el escenario se sentía levitar.

¿Lo complicado es darle ese vuelo a una canción sin que se pierda por el camino?

Claro. Es despojarla de su vestido habitual para confeccionarle otro, pero sin desvirtuarla, sin que el público sienta que se ha distorsionado tanto que no se parece en nada al original. La melodía la tienes que conservar. Esa es la labor arriesgada del arreglista. Mi trabajo es potenciar al artista, no a mí.

Y además hay que implicar a los músicos.

Buena cuestión, porque a ellos sí que no los engañas. Todo está en la partitura. Por eso debes darle un tratamiento orquestal a las canciones, no sirve poner unos cojines aquí y allá porque el que entiende, lo nota.

Hablando de memoria musical, la de Amargós es bien longeva, como prolífica y variada es su obra. Nieto del compositor Joan Altisent i Ceardi, estudió en el Conservatorio Superior de Música del Liceu y sus primeras piezas son de finales de los 60. En su biografía se lee también que fue fundador del grupo Música Urbana, allá por los 70.

“Teníamos menos preparación técnica que los músicos de ahora. Fuera del conservatorio no había estudios, no había una metodología. No estaba el Taller de Músics. Aprendías comprando discos fuera, en Andorra. Escuchando y tocando. Pero nos sentíamos libres y tuvimos la virtud de ser autóctonos. Mucha gente se acuerda de Música Urbana, de la orquesta Mirasol Colores, de la Rondalla. Todos estos grupos que nacieron en los 70 tenían la voluntad de no parecerse a los anglosajones ni a los americanos. ¿Por qué? Sabíamos a que a nivel técnico lo teníamos todo perdido pero si bebíamos de nuestras raíces quizá sí teníamos algo que ofrecer. Ese fue nuestro acierto.”

¿Fue ahí cuando decidió hacerse músico transversal y tocar todas las teclas?

Una cosa me lleva a la otra. Yo soy un músico de formación clásica pero mi devenir me ha llevado por caminos diferentes, por casualidad, por azar, por mi curiosidad y mis ganas... Yo creo que un buen compositor debe tener una técnica lo suficientemente importante como para abordar varias disciplinas. Porque la música es toda, es una.

Pues que le acepten a uno en otros campos no siempre es fácil.

No. Un flamenco no aceptará a la primera que venga alguien de fuera y manipule su música, porque está muy orgulloso de ella. Y hace bien. Todos somos son un poco sectarios en este caso, un poco intransigentes. Por eso te has de emplear a fondo en cada territorio musical, con conocimiento de causa. Y, si vas de frente, entonces sí. Yo ahora puedo decir que mi segunda piel es flamenca.

¿Y cuando está con un cantante le es infiel a otro?

No. Me pongo a su servicio e intento que se sienta cómodo con las herramientas que tenemos. Quizá esa sea una de mis virtudes. Además, cuando alguien te encarga algo espera dedicación absoluta.

¿Por eso dice que no enciende el taxímetro?

Es una forma de decir que cuando acepto un trabajo, no cuento las horas que invierto, no hay un horario. A mí me angustia trabajar con prisas. Necesito mi tiempo. Y te vuelcas e intentas que aquello salga bien y que tu prestigio quede inmaculado. Hagas lo que hagas, dedícate mucho, es mi consejo. Y que el artista note esa integración y esa entrega.

Y a ser posible que las musas le pillen trabajando.

A las musas, si no las buscas, no las encuentras. Y, como decía Stravinski: “La inspiración viene con el trabajo”. De hecho, todos los compositores tienen obras excelentes y otras que no lo han sido tanto. De Bizet todo el mundo recuerda 'Carmen' pero no 'Los pescadores de perlas'.

Usted tiene dos óperas de cámara. Pero si hay un camino que ha transitado poco es el de las bandas sonoras. ¿Por qué?

Porque hay poca producción en el cine español y los que hacen bandas sonoras lo hacen muy bien. Quizá he llamado poco a las puertas de los directores y al final te vuelcas con quien te interesa. Y eso que me siento muy próximo al lenguaje cinematográfico, porque tiene mucho de música clásica sinfónica.

Y, como compositor de música clásica contemporánea, ¿no le apena que no se programe apenas? ¿Por qué el público acude siempre a oír lo mismo? Es como ir al cine a ver solo los grandes clásicos en blanco y negro.

Es la misma reflexión que me he hecho yo mil veces sin encontrar una respuesta clara. Porque solo ocurre con la música clásica. Si lo extrapolas al 

diseño, ¿por qué nadie se hace una casa como en el XIX y se la hace moderna? ¿O por qué el teatro de Lope de Vega está bien, pero vas a ver una obra actual? Es como si el público no hubiera asumido la evolución natural de la música clásica. Quizá se deba también a que los compositores no hemos sabido comunicar. Es una asignatura pendiente. Tenemos que recuperar ese público melómano y hacer que se interese por las obras nuevas, porque es como si les diera pereza abrir los oídos a algo inédito. Y también hay que ser conscientes de que no hay mucha gente dispuesta a escuchar esa música, digamos, más intelectual.

En este sentido, ¿no es paradójico que una pieza suya nominada a los premios Grammy en 2008, el ‘Nothern Concerto’ para flauta dulce y concierto, no se haya estrenado en Barcelona?

Ha sonado en Madrid. Y hasta en Shanghái. Era la primera vez que nominaban a un músico español a los Grammy en la categoría de música contemporánea. Ya no importa. Ya le digo que mi ego está controlado.

Veo que tiene aquí música de Leonard Bernstein. ¿En algún sitio lo han calificado como el Bernstein catalán?

Ya me gustaría. A Bernstein yo lo admiraba muchísimo. Como André Previn: eran músicos muy completos, que igual se ponían al frente de una big band con Fran Sinatra que dirigían la segunda de Brahms, y eso a mí me entusiasma. Eso, en definitiva, demuestra que en la vida disfrutar de la música también depende de cada momento. Que hoy puedes estar alucinando con un par de baladas de Witney Houston y mañana puedes flipar escuchando a Rostropóvich. Y que el buen gusto lo puedes tener diversificado.

Tanto como para ponerte ‘Las coplas del querer’ de Poveda y ver qué vuelco le dieron ustedes dos, y Chicuelo a la guitarra, a esa herencia musical tan vapuleada. ¿Se olían lo que iba a ser eso?

Sabíamos que despojar esas canciones de aquel sonido antiguo y darle todo el desgarro que la letra te está pidiendo, con un sonido actual, podía conectar con un público más joven. Para él ha sido un momento de inflexión en su carrera.

Usted lo ha visto crecer como intérprete, pero también como persona.

Las primeras zambras que hice con él –La niña de fuego, de Manolo Caracol–, son del 96 o 97. Era muy jovencito. Con él hay una base de respeto y confianza extraordinaria. Él me ve como la persona que le apoya y le ayuda a crecer, me lo dice así. Es confianza ciega. Somos un matrimonio bien avenido; un trío, con Chicuelo. Y, sí, hemos metido 8.000 personas en Las Ventas, pero me acuerdo de los comienzos, cuando íbamos al Teatro Zorrilla de Badalona [Poveda es de allí] y a duras penas llenabas. Al final ha llegado la recompensa. Y sin pretender hacer algo comercial. Poveda ha traspasado la barrera del cantaor de flamenco.

¿Darán más alegrías musicales?

Tenemos un concierto en febrero en el Liceu. Será un directo que quedará grabado.

¿Sus hijas ya han debutado con usted?

En Las Ventas, con Poveda. Carlota con el violín y Úrsula con la viola. Para mí fue un orgullo dirigirlas. Y lo hacen bien. Si no, no estarían ahí, eso se lo puedo asegurar.